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El Telégrafo
Juan Francisco Román

Forzados a convivir

05 de julio de 2022 - 05:00

Ecuador es un país unitario y multicultural, y aceptarlo al punto de declararlo dentro de un texto constitucional es eso, algo enteramente declarativo, una obsesión que tiene el derecho de decir que estamos juntos, pero diversos, con una forma estatal, pero que en nuestra diversidad nos debemos a la unidad.

Algo forzoso, muy poco real y extremadamente soñador. La verdad es otra, vivimos desde hace años forzados a vivir unos con otros, porque aún no pasamos ese síndrome de personas con mínimo deseo de vivir juntos, no podemos, es muy pesado y decir que lo hacemos con armonía es algo disparatado.

En Ecuador coexistimos una cantidad diversa y rabiosa de culturas con pasados distintos, mentalidades extrañas y somos vecinos de enemigos entre sí. Esto se alimenta cada vez más cuando alguien trae a colación en una mesa de conversación que Ecuador es un país unido, que todos nos aceptamos y que todos quisimos ser organizados como estamos.

El último “estallido” lo hizo más visible, palpable y demostrable. La verdad, así no nos guste, es que el ecuatoriano es dueño de una realidad mínima con quién considera que forma parte de los “suyos”.

Esto permitió la entrada de ellos contra los otros, porque ninguno puede soportarse, y tampoco acepta las mismas reglas, porque piensa que tiene un derecho superior por encima del otro, siguiendo esta temible alteración de los hechos históricos que permiten revivir y alimentar viejas y antiguas rencillas que aún no han sido saldadas.

Los brillantes pensadores de tecla y media, alimentan que la sociedad actual le debe a alguien más por lo que sucedió hace quinientos y pico de años atrás. Esas realidades históricas que pertenecieron a procesos de la época que ahora, intentan que paguemos con silencios y aceptando lo que no hicimos.

Las famosas “razas” reviven una y otra vez las ganas de seguir bajo la tesis de forzarnos a todos a convivir en un mismo espacio físico, pero con la única condición de que alguien está por encima del otro. El dinero, el color de piel, quién fue tus antepasados, como hablas, de donde vienes. Un entrelazado de razones por las cuales, una sociedad aún lenta en avanzar, sigue queriendo solucionar lo que ya pasó.

El Ecuador es, ha sido, y sigue siendo un país fragmentado sobre la historia que nos cuentan. Una historia de gente golpeada, atrapada, que tiene que rogar, que tiene que pedir, que siempre hemos sido víctimas, que siempre nos debe alguien algo.

En este entrelazado de quién se cree con la capacidad moral e histórica de hacer lo que le viene en gana, por el simple hecho de tener la capacidad “anormal” de respirar, estamos los del medio que no somos ni chicha, ni limonada, los famosos “mestizos”. ¿Se han preguntado qué mismo significa ser “mestizo”? Pues eso es un antiguo título que nos dieron por no ser ni de aquí ni de allá, por la vagancia de aceptar de una vez por todas que habíamos parido un Estado y que debemos avanzar como tal.

Las leyes podrán cambiar las veces que quieran, y dirán las cosas lindas que dice, pero nada jamás cambiará hasta que el ser humano que vive en estas tierras deje de llamarse por su supuesta raza, y por su pasado histórico que nadie le va a devolver.

Es realmente indignante que este discurso siga estando presente en este país, cuando ya el mundo civilizado está discutiendo cosas de real transcendencia como tecnología, y como desterrar de una vez por todas a la corrupción de los fondos estatales.

Saber la historia nos hace conocer como llegamos acá, pero convertirla en una novela de victimización al punto de simpatizar con los más atroces crímenes, solo por sentirse moralmente superior, nos seguirá estancando en como reparar lo irreparable.

A todos nos obligaron a sentarnos aquí a convivir, y ese mensaje nos lo dieron hace casi 200 años, ya es momento de aceptarlo y madurar. Pero bueno, vivimos en Latinoamérica, un continente donde los discursos más ridículos son aplaudidos, mientras quién los grita, permite que sus amigos se lleven lo que no les pertenece.

Ojalá podamos entender que aquí somos todos iguales bajo el imperio de la ley.

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