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El Telégrafo
Mauricio Maldonado

Dos feministas avant la lettre

21 de agosto de 2018 - 00:00

Muchos autores han descrito a Artemisia Gentileschi (1593-1654) como una especie de feminista avant la lettre (o sea, antes de que aparezca la etiqueta). Las razones son varias: Artemisia destacó en un entorno dominado por hombres en una época en donde esto era prácticamente imposible, fue su propia agente, logró hacerse de un nombre más allá de la figura de su padre (el famoso Orazio Gentileschi), llegó a dirigir un taller compuesto solo por hombres y afrontó, a pesar de la afrenta que significó, un juicio en el que fue vilipendiada por el que fuera su maestro, Agostino Tassi, quien la violó a sus 19 años.

A menudo se piensa en Artemisia como una mujer independiente y pionera, que supo plasmar en su arte a la mujer como imagen de fortaleza y resistencia. Desde su primera pintura, “Susana y los viejos” (1610), presenta una muestra de esta tendencia. Ese cuadro –acaso premonitorio de su propio destino– significó un exordio fantástico, una obra de arte madura a pesar de los 17 años de la artista.

Otro ejemplo de este estilo es el cuadro, recientemente adquirido por la National Gallery de Londes, “Autorretrato como Catalina de Alejandría”, una mujer (real para algunos, mitológica para otros) decapitada por el emperador Majencio después de que resistió la tortura a la que fue sometida al rehusar casarse con uno de sus vasallos. Artemisia se había representado a sí misma como Catalina de Alejandría cinco años después de su violación.

Poco más de un siglo y medio después, en Francia, Olympe de Gouges, autora de La declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana (1791), murió en la guillotina. Según se dice, Olympe (otra feminista avant la lettre) se enfrentó a su muerte con expresión impertérrita. Había expresado: “Si la mujer tiene derecho a subir al cadalso, también tiene derecho a subir a la tribuna”.

Borges decía que a la historia le gustan las repeticiones y las simetrías. Artemisia se había representado como una mujer fuerte, que había resistido a los embates más duros. Pero la cabeza de Catalina había rodado, como la de Olympe, solo para recordarnos que la historia se mueve serpenteante, y que la decapitación de mujeres de pensamiento independiente, que en ciertos casos fue un hecho real, en otros se presenta como un hecho metafórico en donde ciertos grupos preferirían que las mujeres no pensaran por sí mismas y se acomodaran paciente y diligentemente a los roles impuestos y arduamente deseados por ellos, inflexibles conservadores. (O)

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