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El Telégrafo
Wilfrido Muñoz Cruz

El estigma de la presión social

08 de mayo de 2019 - 00:00

La modernidad trae consigo un fenómeno por momentos imperceptible, que se genera en todos los grupos sociales, donde los dominantes aíslan al diferente con la idea de involucrarlo en una dinámica de recomendaciones superfluas. La presión social hace referencia a argumentos persuasivos que generan acciones, algunas fuera de la voluntad.

Para entender cómo opera, es preciso el concepto de mente consciente que popularizó Freud, es decir, aquello que nos damos cuenta: percepciones, memorias, pensamientos, fantasías y el inconsciente, que es la fuente de nuestras motivaciones, impulsos e instintos que permite explicar la condición humana, su carencia de una estructura cognitiva clara, donde el sujeto sea influenciado por las presiones sociales en un medio que no tiene límites y que se mide desde la óptica capital-física.

La política ejemplifica de manera constante la presión social, tratamos de pertenecer a un grupo sin necesariamente compartir los mismos postulados; queremos aplicar modelos (económicos, educativos, de desarrollo), que no se corresponden con nuestra realidad, se discrepa con el afán de crear alguna tendencia y no desentonar.

Esta idea de vivir a la vanguardia en: tecnología, moda, marcas, autos, estudios, viajes; rompe el esquema social y lo diluye en vanidad efímera. La fuerza de la presión social viene determinada por factores como la edad (todos pretendemos ser jóvenes), la clase social (entre más alta mejor) o la subjetividad física (apariencia-belleza). Con estas nuevas realidades, nos seguimos interpelando y en el camino perdiendo la autenticidad con el afán de vernos en el otro buscando aceptación.

Aunque parezca insólito, la corrupción se ha encargado de demoler la estructura social, dado que se ha perdido el espíritu emocional y sentimental por el trabajo, el servicio público, la solidaridad, etc. Cada día se destapan cloacas con gente que roba sin ningún desparpajo y son los “modelos a seguir”, pues con cinismo dan cátedra de moral y honestidad.

Vivimos en la sociedad del estatus, no importa cómo accedas a él. Mientras tanto la consigna es resolver los prejuicios, trabajar en la educación, frenar la diáspora social aparentemente conectada por las redes, pues cuanto más fuerte sea la presión social, mayor será la influencia sobre un individuo. (O)

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