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El Telégrafo
Edwin Hidalgo

Cuando España era pobre

02 de octubre de 2018 - 00:00

Después de 1939, llegaron miles de refugiados republicanos españoles a Hispanoamérica, al finalizar la guerra civil española, iniciada en 1936 y con un saldo de un millón de muertos. Una inyección de izquierda, más anarquista que socialista, tocó suelo fértil. Pero luego la pobreza volvió a pesar en la decisión de emigrar.

Después de la II Guerra Mundial (1945), la América hispana continuó recibiendo inmigrantes españoles. Aquellos españoles que llegaban antes, tal como hacen ahora los hispanoamericanos residentes en España, ayudaban luego a sus familias. A veces, haciéndolas venir a América, tierra generosa que recibía a todos con los brazos abiertos. En otras ocasiones, enviando ayuda material. En 1950 no era fácil enviar remesas, faltaban los actuales métodos rápidos de envíos, bancos corresponsales, cambios.

Se enviaba más bien la ayuda en productos y no por avión, cuyo costo era entonces prohibitivo, sino por barco, en largos viajes. Ahora, una anécdota triste pero curiosa. La España de 1950 era muy pobre. Cuando se podía, los españoles que estaban ya establecidos en América mandaban comida y ropa a España, especialmente para los fríos inviernos de las regiones septentrionales. Lo más común era mandar alimentos que pudieran conservarse mucho tiempo, como cereales y enlatados.

En América existe la caña de azúcar, que no solo se usa para producir azúcar blanca. También tenemos unos prismas de azúcar morena, que en algunas partes llaman raspaduras o panelas. Una familia española emigrada a Sudamérica envió un cargamento de alimentos a sus primos en España. El bulto incluía bastantes de estos prismas de azúcar morena (bancos de raspadura).

Meses después llegó desde España la carta de la tía: “Os agradecemos tanto vuestra generosidad. Casi todo nos ha servido. Lo único que solo usamos una vez fue uno de aquellos cubos de jabón negro, porque no ha hecho espuma. Decidnos cómo funciona”. ¡Qué iba a hacer espuma, mujer! Debieron haberlos comido, en vez de dañar la ropa. (O)

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