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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

Es el racismo, estúpido

21 de octubre de 2015 - 00:00

El grafiti lo vale y mucho para esta jam-session. El 23 de diciembre de 2013 fue un lunes de invierno, pero con la colorida belleza del otoño; ese día se proclamaba el Decenio Internacional de los Afrodescendientes (seguro que de ellas también). Hasta entonces han transcurrido más de 500 años y se impone una historicidad, requiere de esa precisión conceptual, para que nadie se distraiga en el nomadismo biológico difuso del calificativo ‘afrodescendiente’. Unos de buena fe y otros por lo contrario predican para distracción, confusión y pendejismo (¡diez años pasan pronto!): “Todos somos afrodescendientes”. Hecha la proclama de Naciones Unidas manufacturada la contra-proclama. Vuelvan, por favor, vuelvan al título.

La sabiduría del Abuelo Zenón ahorra tiempo de lectura: “El ahora es el tiempo de las leyes de los Estados, leyes que nos mandan a ser lo que nunca fuimos, lo que nunca quisimos ser”. No es esa afrodescendencia, esa que comenzó hace decenas de miles de años con la migración voluntaria y planetaria, de ninguna manera; es el genocidio, por el secuestro y esclavización de decenas y decenas de millones de personas africanas durante más de 300 años. Y las evidentes injusticias políticas, económicas y sociales derivadas de aquellas terribles acciones, así pues, unos países, unos grupos sociales y unas personas con todas las ventajas (hasta de asesinar personas negras con relativa impunidad) y otras ‘pata al suelo’ buscando el Potosí ínfimo de una cuota de derechos.

Un decenio apenas repara medio milenio de inmensas injusticias, pero las comunidades afroamericanas vamos trabajar con todos (y todas) aquellos que quieran “repartir el ‘ay’ como buenos hermanos”. Por supuesto, estaremos cimarroneando en el desaprender y reaprender, en el pensar y repensar, en el hacer y rehacer la Historia de Afroamérica o sea la Historia nuestra.

Este Decenio recién proclamado comenzó a batallarse en 1964, Malcolm X entendió que la exigencia de derechos civiles limitaba la lucha de la afrodescendencia al país de origen y al gobierno, pero en un ejercicio de historicidad cimarrona (o como él decía ‘de negros y negras del campo’) volvió a la raíz del problema, ¿cuál fue? Que ellos primero se reconocieran como seres humanos (I am a man) y que el poder blanco lo supiera, entonces la humanidad entera tendría guasá en ese currulao. Todos los gobiernos a nombre de sus naciones aceptaron cumplir la Declaración de los Derechos Humanos, por eso el Decenio no es una generosidad política, es el resultado de muchos años de combatividad cimarrona y fraternidad humana progresista.

Al condensado resolutivo (reconocimiento, justicia y desarrollo) debemos convertirlo en Reparaciones, es lo que históricamente corresponde y porque (¡zafa, cucaracha!) no hablamos de un pasado en otro planeta, con otra gente y sus riquísimas herencias. “Es una reparación al inmenso daño que se nos causó por la ambición del otro”, como insiste el Abuelo Zenón. (F)

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