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El Telégrafo
Xavier Guerrero Pérez

Entre el bien y el mal

17 de mayo de 2022 - 00:00

En un determinado tiempo, hubo un ex primer mandatario ecuatoriano el cual repetía con cierta frecuencia: “(…) Esa persona es amoral, ya que no distingue entre el bien y el mal”.

 

Días atrás conversaba con una persona a la cual guardo respeto y destaco sus logros, quien me decía: “la ética es el arte de vivir correctamente (…) cómo puedes darte cuenta si algo hiciste bien o algo hiciste mal. Bueno, para saberlo basta con analizar tu reacción post acto: cuando cometes una acción mala, “te haces pedazos o puedes herir a otros” dado que generalmente te causa satisfacción, y al día siguiente lo primero que dices cuando te ves al espejo es: ‘no lo volveré a hacer’. Sin embargo, en la noche es posible que lo vuelvas a repetir; mientras que, cuando cometes una acción buena, buscas “que lo sepan todos”, de maximizarla lo más que puedas, y luego ya la olvidas, hasta que vuelvas a realizar otra acción similar”. Esta persona agregó: “interactuaba con jóvenes universitarios al respecto, y pregunté si podrían compartir ejemplos de lo que ellos consideraban acciones malas y acciones buenas. Las respuestas fueron inmediatas: a) acción mala sería emborracharte hasta perder el conocimiento, levantar “chuchaqui” e inmediatamente decir: “jamás lo vuelvo a hacer… esta es la última vez”, pero en el muy corto tiempo repites “la tomadera”; b) acción mala sería consumir sustancias sujetas a fiscalización, al día siguiente tu nariz está destruida, imagina que tuvieses llagas abiertas y que con cada inhalación de aire equivaldría a lanzar agua con sal en cada llaga, y tu cuerpo lo sufre, lo que te lleva a manifestar: “nunca más”, pero lo repites; c) acción mala sería ganarse la confianza de una persona, engañarla al expresar la existencia de atracción y de potenciales sentimientos de afecto, y con ello pretender lograr mantener relaciones sexuales, y una vez logrado el cometido buscar la forma de romper “el lazo” con alguna excusa, dado que el fin únicamente fue “llevarte a esa persona a la cama”, sin importar si la misma quede lastimada sentimentalmente hablando, ya que esa persona creyó en tu manifestación de ‘sentimientos despertados’, y eso sin considerar si esta situación la estás haciendo parte de tu vida al realizarla habitualmente con otras personas; y, d) acción buena sería destinar parte de tu tiempo para asistir, atender o ‘dar la mano’ a los más necesitados”.

Hace ya varios días me permití reflexionar una y otra vez en la información que había adquirido, y la enlacé con aquella frase de aquel expresidente ecuatoriano que, como algunos otros, ha sido transparente en cuanto a no ocultar que ‘es creyente’. Algunas ideas más o menos maduras, aunque advierto tan solo es un inicio, el cual, evidentemente, me allano a tal vez estar equivocado:

 

Primero, ¿Qué es la moralidad, la inmoralidad y la amoralidad? ¿Qué es la ética? ¿Qué es ‘lo correcto’ y ‘lo incorrecto’? Hay ríos de tinta sobre estos términos. Dada las limitaciones en espacio, únicamente hago referencia al Diccionario de la Real Academia Española, la cual nos ilustra -o nos recuerda- lo siguiente:

 

-moral: “Doctrina del obrar humano que pretende regular el comportamiento individual y colectivo en relación con el bien y el mal y los deberes que implican”.

 

-inmoral: “Que se opone a la moral o a las buenas costumbres”.

 

-amoral (dicho de una persona): “Desprovista de sentido moral”.

 

-ética: “Conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida”.

 

-correcto (dicho de una persona): “De conducta irreprochable”.

 

Agrego parte de lo que fue mi meditación sobre parte de lo que fue mi aprendizaje en aquella etapa de mi vida que pensé en dedicarme a la vida religiosa. Recuerdo tanto a aquel sacerdote jesuita del cual recibía guía humana y espiritual: “En el corazón del hombre hay siempre una batalla entre la consciencia y la voluntad, dado que la naturaleza humana tiende al mal (…) mientras que la voluntad (formada por el carácter, la propia experiencia de vida y lo que el mundo dicta) puede impulsar y hasta justificar el ‘dar el paso a’ llevar a cabo una acción mala, que carcomerá poco a poco tu alma y con ello generar contagio colectivo en la comunidad, la conciencia (partiendo de que es vertical, adecuadamente formada y basada en el conocimiento humano, filosófico y teológico) será la que encienda la luz roja cuando lo que intentas hacer está mal, o la que encienda la luz verde cuando lo que quieres hacer está bien. No obstante, la cuestión no es para nada sencilla cuando resaltamos el elemento pensar, a más de ejecutar, y la omisión”.

 

Dicho lo anterior, es oportuno manifestar que nosotros, tanto hombres como mujeres, seamos quienes seamos, estamos en capacidad de ‘sensar’ cuando nuestro accionar fomenta bienestar, construye, es motor de surgimiento, alienta, estimula y motiva, o, por el contrario, cuando nuestra conducta difunde malestar, divide, es motor de la toxicidad, desalienta, estimula y motiva a ser más egoístas, más cerrados, más excluyentes… más (IN)humanos.

 

Es paradójico que, aunque el ser humano se diferencie de los animales por contar con capacidad de razonamiento, termine actuando, en muchas ocasiones, de forma similar e inclusive más baja y perversa, que los animales. Cabe precisar que no es lo mismo que el ser humano actúe como los animales, a que el ser humano sea igual que los animales. Hablamos de comportamientos. Basta ver dos ejemplos: ¿Por qué cuando una persona que cree tener la razón alza la voz, la otra persona también la alza, e inclusive en mayor nivel? ¿Por qué una persona que cuenta con ‘miligramos’ de poder al ocupar una posición (pública o privada) procede a realizar propuestas de naturaleza sexual a otra persona, y ofrece, como pago, beneficios, regalos o ascensos? ¿Es inmoral o amoral? ¿Carece de ética? ¿En algún momento de su vida liquidó a su propia consciencia y permitió que su voluntad ganará y que la misma dominara? Tan solo son preguntas que, fundamentalmente, responden a aquellas voces (importantes en número) que claman una y otra vez: el mundo se desmorona, vivimos en una esfera social sin códigos… sin moral, donde cada vez más el surgimiento hacia ser plenamente civilizados se torna cuesta arriba.

 

Tan solo concluyo con una aseveración que la persona a la que me referí al inicio de estas líneas me dijo: “Un familiar tiene una entrevista de trabajo; le dije que jamás acepte reunirse en oficinas, sí en lugares públicos, y, que hay hombres (exceptuándonos) que no dan nada gratis (haciendo alusión que se solicitan favores sexuales a cambio de dar oportunidad de empleo”. Le respondí: Habemos hombres que no pedimos nada a cambio, que no atentaríamos nunca contra la dignidad de las personas, más desde una posición de poder/vulnerabilidad, y que hemos mantenido reuniones en oficina y no ha existido una acción de irrespeto, ofensa, acoso o abuso. Sabe por qué razón. Sencillo: somos personas de bien, cuyo actuar está alumbrado por la moral y las buenas costumbres, y donde la ética es la característica de la conducta, no solo profesional, sino de vida.

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