Hace tres años conocí en Quito a un pionero ecuatoriano de Fuentes no Convencionales de Energía, quien desde 1973 viene investigando y desarrollando energías alternativas, “por vocación, un aporte global al buen vivir de nuestra gente” afirma. Sus productos llevan orgullosamente el ‘Made in Latinoamérica, Quito Ecuador’.
Es el Ing. Gilberto Montoya Gallo. Lo entrevisté entonces en su Casa Solar del Sector San Bartolo, Pungalá y Manglar Alto, y publiqué algunos editoriales en este diario: ‘La energía solar ya puede ser de todos’, ‘¿Visión cortoplacista?’. Hasta traté de interesar a un funcionario de la Alcaldía a que visitara las instalaciones, pero no se pudo concretar después de varias citas. Había una propuesta atractiva para la semaforización con energía solar y otros proyectos para pensar en grande.
Volví a entrevistar al Ing. Montoya en estos días.
El avance de su empresa es notable. Se denomina Centro de Investigaciones y Desarrollo Tecnológico de Energías Alternativas TIMMEESCI. Ha logrado reunir un equipo de 28 trabajadores, 12 de los cuales son especializados en Ingeniería de Fuentes no Convencionales de Energía. Sostiene que trabajan “para brindar las posibilidades básicas de un alto nivel de vida, sin incrementar costos y con tecnología propia, de alta confiabilidad, solo cambiando conceptos mentales y aplicando criterios de sentido común, que vayan de la mano con el conocimiento de la ingeniería pura”.
Han desarrollado diferentes proyectos. El más reciente es el primer generador de vapor solar- híbrido que trabaja 24 horas, único en el mundo, adquirido por una clínica de Quito. Consume 65% de sol, 20% de electricidad y el 15 % de gas natural, GLP o diésel.
Insisto, Ecuador podría emerger como líder en la utilización de energías renovables, en particular de la solar y eólica, si hay voluntad política para invertir en megaproyectos, como se hace con centrales hidroeléctricas. Montoya hace esta reflexión; ¿Cuánto costaría a cada individuo o familia utilizar la energía del Paute, si, además del medidor, tuviera que pagar su aporte a la construcción de la central hidroeléctrica. Si el Gobierno financiara una central de energía solar, el costo de la utilización de esa energía sería asequible, menor, y con la ventaja también de ser energía limpia, respetuosa del medio ambiente.
Su capacidad tecnológica y constancia lograran romper esta suerte de conjuro bíblico de que nadie es profeta en su tierra.
