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El Telégrafo
Felipe Rodríguez

Empleo y asfixia

14 de octubre de 2019 - 00:00

Empecemos con una premisa básica: todos tenemos en este punto la razón. Y como todos la tenemos, entonces nadie puede adueñarse de ella. ¿A qué me refiero? Precisamente al oxímoron de quienes reclaman, en el vandalismo (disfrazado de protesta) más atroz y salvaje que hubiere visto nuestra historia, derechos laborales y económicos.

 El primer grupo nos dice cómo debe ser el derecho al trabajo desde su cancha: la de nunca haber generado una sola plaza de empleo y haber esperado la misericordia de los demás. ¿De quiénes se trata? De quienes odian a los empresarios, pero exigen que estos generen empleo para ellos y que el Estado asfixie a los empresarios. Estos se llaman saqueadores.

 El segundo grupo nos dice que los empleados han de comportarse como ganado, que serán sacrificables, que serán incluso comestibles. ¿De quiénes se trata? De quienes han llegado a ser empresarios por fortuna y no por mérito propio. Estos se llaman herederos.

 El tercer grupo es el de los líderes sociales y sindicalistas, de esos que exigen reformas laborales ultra-izquierdistas cuando ellos mismos no trabajan, sino que viven de ser sindicalistas, sin nunca haber producido más que odio y piedras voladoras. Estos se llaman parásitos desangradores.

 El cuarto grupo es el de los productores, que entendieron que las oportunidades no crecen en los matorrales, sino que una oportunidad es un fenómeno que debe ser creado por sus propias manos y mentes. ¿Y si este grupo heredó una empresa? Entonces no lo ven como un privilegio, sino como un camino empedrado, trazado, al que pueden pavimentar y hacer puentes. Estos son los edificadores.

 ¡Qué fácil es odiar al que genera empleo y exigirle un empleo! ¡Qué sencillo es despreciar al que produce cuando tú no produces! ¡Qué fácil es perder imperios por despreciar a quienes ponen en marcha tu motor! Qué fácil es odiar lo que no puedes ser porque tu mediocridad te aplasta, y qué fácil es caer desde las alturas cuando no volaste a lo alto.

 Los derechos laborales tienen dos caras. Alguien tiene que generar empleo y a él debemos proteger e incentivar. Alguien debe ocupar esa plaza de empleo y a él debemos proteger e incentivar. Todo lo demás son complejos de inferioridad y de superioridad; una alabanza eterna al precipicio, creyendo que mientras más rápido caiga el otro, menos hondo caerás tú. (O)  

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