Una vez más nos encontramos en tiempos preelectorales. Como en ocasiones anteriores, los medios y las redes sociales empiezan a coparse con intervenciones de distintos precandidatos con ideas sobre el futuro del país. Asistimos así al mercado de ofertas y sueños que, en eventos como este, no terminan de convencer a la gente.
Según una encuesta con datos de febrero de este año, el nivel de indecisión se mantiene alto, bordeando el 68%. Además, el 57% de los ecuatorianos ni siquiera se molestaría en ir a las urnas, en el caso de que el sufragio no fuese obligatorio. Dicha incertidumbre de la gente no es nueva; en elecciones anteriores, como las seccionales del año pasado, a pocas semanas de las votaciones el titubeo bordeaba el 68% en Quito y el 53% en Guayaquil.
El desencanto a la política por parte de la gente es evidente desde hace ya varios años, haciendo que en el país se crea cada vez menos en nuestros representantes y, como resultante, en las instituciones de las que forman parte. Al mismo tiempo, los candidatos de turno continúan tratando de refundar el país cada período de elecciones, con estrategias que se vienen reciclando con el tiempo y que no brindan una sensación de renovación, ni tampoco de pensamiento de largo plazo.
Mientras tanto, el mundo se reinventa, y ejemplos existen muchos: en temas de brindar oportunidades para las clases medias y mejorar su estatus social, el capital para emprendimiento innovador permite darles interesantes alternativas, generando millones de empleos en otros países. Por otra parte, la tecnología facilita la focalización de un sinnúmero de subsidios para optimizar el manejo de recursos públicos. Incluso hay nuevos métodos para los grupos vulnerables o sectores rurales, mediante proyectos de desarrollo de sistemas de producción comunitaria para comunidades de sector rural.
Si queremos salir del ciclo del subdesarrollo en el que nos encontramos, el cambio debe venir de doble vía; por un lado, los ecuatorianos debemos interesarnos más sobre nuestras decisiones electorales, y por el otro lado, requerimos políticos con menos ideas obsoletas. (O)
