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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

El puerto

21 de julio de 2016 - 00:00

Esta es una historia que no es cuento: Los puertos son estaciones de enlace de una región económica con el mercado mundial, lo que significa que su función está directamente determinada por los vaivenes del capitalismo, sus ciclos de expansión y sus ciclos de crisis. Los puertos regionales están relacionados con la vocación económica de la región a la que sirven, lo que significa que se especializan como puertos de exportación, puertos de importación y, en casos excepcionales, cumplen ambos roles.

Durante la colonial Guayaquil se consolidó como el puerto de exportación de la producción textilera de Quito, de la madera, de los bosques tropicales y el cacao, comercializado de manera clandestina. Manta, que había funcionado como un boyante puerto en la época prehispánica, durante la colonial fue apenas una rada para el embarque de pocos productos de cabotaje y la introducción de mercadería de contrabando movida por los comerciantes de Guayaquil o Quito, con la ayuda de los lugareños.

Ya en los años finales del siglo XVIII, el puerto de Manta, administrado por los de Montecristi, comenzó a tener gran preponderancia por la exportación de sombreros, cuyo comercio provocó la formación de una élite económica. Fue memorable el debate que se llevó a cabo durante los primeros años de la República, alrededor de las pretensiones manabitas para contar con  puertos calificados para la exportación e importación, lo cual era resistido por los de Guayaquil. Al final, desde 1830, Manta, bajo la tutela de Montecristi, consiguió ser puerto exportador, aunque varias veces fue cerrado y recibía la presión de las élites nacionales para evitar el desarrollo de la importación, uno de los negocios más lucrativos.

A lo largo de su historia, más allá del logro de las obras de infraestructura portuaria, Manta se consolidó, sobre todo, como puerto exportador de la región de Manabí, que se articuló sucesivamente al comercio mundial por medio del comercio de artesanías, tagua, pesca blanca y café. Con la crisis de la producción y exportación del café se puso fin al rol agroexportador de Manabí, el puerto de Manta empezó su descenso y desde entonces no ha vuelto a resurgir. Alrededor de su declive, la élite regional ha construido el relato de la ruta Manta-Manaos o del gran puerto de transferencia, impulsado por las economías asiáticas emergentes, pretendiendo disputar la fuerza del puerto de Callao. Sin embargo, todo parece indicar que, en el caso de Ecuador, para tales fines se desarrollaría el puerto de Posorja.

La crisis del puerto de Manta no es sino el síntoma que revela ya, desde hace mucho tiempo, que la historia económica de Manabí cambió radicalmente desde finales del siglo XX, al concluir su  rol de región agroexportadora mantenida durante casi dos siglos. Hoy la provincia es una región más bien dependiente del mercado nacional y movida por una sucesión de pequeños y medianos productores esparcidos en más de 20 localidades, que producen a baja escala o venden servicios menores y se enfrentan todos los días a dinámicas muy inestables. El único rubro de exportación trascendente que mantiene actualmente la provincia es el de los enlatados de atún y pelágicos, que aunque tiene un peso menor en la economía nacional sugiere que Manta debe consolidarse, sobre todo, como el puerto atunero del Pacífico.

No obstante los vaivenes, lo cierto es que la estación de enlace ha pervivido desde hace al menos unos dos mil años, lo que indica que no habrá ningún colorín colorado, porque en realidad el puerto de Manta no está acabado. (O)

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