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El Telégrafo
Efrén Guerrero

El mundo según el rock and roll: Los

25 de febrero de 2023 - 00:00

Al acabar el periodo de elecciones, ¿no tienen ustedes como una incalculable sensación de resaca? Cómo si supieran que algo malo está por venir. Es como si los astros se alinearan para hacer que esta tierra equinoccial, cacaotera y camaronera estuviera destinada a tener otro capítulo de inestabilidad estructural, polarización y no resolución de sus problemas más importantes.

Para mí, el problema más importante es la pérdida de posibilidades de poder resolver su tema más grave, mucho más que la inseguridad o la falta de acuerdos. La reducción a su nulidad de la confianza entre los ciudadanos. No importa lo eficiente que sea el Estado, o que tan bien esté diseñada la política pública: si entre los miembros de la comunidad ecuatoriana el recelo, la suspicacia o el miedo más visceral es nuestra manera de relacionarnos, el futuro pinta muy negro.

Hay una frase de Eric Fromm que ilustra muy bien este punto, “sentirse completamente aislado y solitario conduce a la desintegración mental, del mismo modo que la inanición conduce a la muerte”. Y creo que ahí es donde estamos fallando. Muchas personas sufren un aislamiento social continuado un tercer año, producto de la pandemia, la pobreza, la violencia de género o la inseguridad. Han decidido replegarse en sí mismos y construir unos cuárteles de invierno permanentes para no tener que exponerse a su enemigo mortal, que desgraciadamente es otro ecuatoriano.

Las estadísticas lo demuestran. En 2020, Latinobarómetro informó que apenas el 9.40% de los ecuatorianos confía en la palabra de las personas. Eso por extensión hace que muchos no confíen ni en su familia, hermanos, o pareja.  Quiero que se pongan a pensar eso en su plano más íntimo, y hagan una contabilidad un tanto perversa, relacionada a la contar las personas en las que realmente confían. A menos que tengan un contexto vital extremadamente positivo, probablemente no llegan ni a una mano.  Es entonces que todo se desmorona; todo es una simulación. Si no puedes confiar en los demás, no hay posibilidad de un espacio público tranquilo. Si no puedes ni estar bien allí, vuelves a tu casa (si tienes tener la suerte de tener un espacio seguro). Estando allí, 8 de cada 10 ecuatorianos tienen que estar junto a gente a la que le tienen miedo.   

A eso súmale la corrupción. De acuerdo al informe Barómetro de la Corrupción Ecuador 2022, publicado por Fundación Ciudadanía y Desarrollo, 7 de cada 10 personas en Ecuador consideran que los contratos con el Estado solo  se  pueden  ganar  con  dinero  o  con  contactos; 1 de cada 5 personas ha sido víctima o conoce a alguien que ha sido víctima de extorsión sexual o sextorsión, 15% ha ofrecido sobornos, 62% de los encuestados usaron contactos o traficaron influencias para obtener un servicio público, y 27% usaron sobornos.

Que quieren que les diga ... así yo no quiero salir de casa. Un buen amigo decía que “los ecuatorianos no hemos nacido para ser felices” y cada vez que veo las noticias, y pienso en los datos de más arriba, le creo. Estamos perdidos en nuestras propias contradicciones, sin liderazgos preocupados por esa realidad. No importa todo el dinero del mundo, si no tienes sociedades honestas, y y que confíen en ellos mismo y los demás solo tienes una pesadilla hobbesiana hecha país.

Estoy escribiendo esto escuchando una de las canciones más nostálgicas y dolorosas para los chicos de los dos miles: Lost de Linking Park. Es una joya, un pequeño grito de auxilio que debió aparecer en el disco Meteora (Warner, 2023). Es una canción que suena a profecía, porque sabemos ya que Chester Bennington, su cantante, sufrió de depresión profunda, cosa que desembocó en su suicidio en 2017. Habla sobre no tener salidas y tratar de resolver los costos de vivir encerrado en uno mismo. Duele su lírica: “Perdí toda mi dignidad Viviendo dentro de mi propia confusión … Trato de mantener este dolor dentro…Pero nunca estaré bien”.

Al final queridos amigos, nos debemos a nosotros mismos, y a nuestra propia fe de salir de este atolladero. No tenemos salidas que no pasen por devolvernos un poco de fuerza vital. Esperemos que esto pase también a favor de este pequeño país roto.  Nos vemos en quince días.

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