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El Telégrafo
Efrén Guerrero

El mundo según el rock and roll: el Blues del Fin del Mundo.

14 de octubre de 2022 - 00:00

Escribo estas líneas en la tranquilidad de un feriado cualquiera ecuatoriano. Los domingos quiteños suelen ser silenciosas treguas y desayunos familiares, un par de actividades adicionales y el sopor de la tranquilidad de una clase media. La vida esa de las “mañanas luminosas”, como decía Benjamín Carrión. Imagínense que eso se interrumpe por un layo de luz eléctrica y una onda de choque que carboniza todo a tu alrededor. Una tormenta de fuego destruye todo lo que amas y el cielo se parte en dos con una ominosa figura de hongo. Si tuviste la desgracia de sobrevivir tu cuerpo esta cubierto de heridas y quemaduras, además de que tus células se están desintegrando por radiación de rayos gamma. El tiempo se detiene en el horror. Durante semanas no tendrás acceso a comunicaciones: el pulso electromagnético afecta toda onda de radio conocida por el hombre.

Soledad, silencio, muerte. Eso es lo que puede generar el uso de un arma nuclear. Lo hemos visto solo dos veces en la Historia y eso debería bastar para detener a cualquier líder internacional a hacerlo de nuevo. Las consecuencias de que potencias con armamento de tal calaña nos llevaría a una “hipótesis de destrucción mutuamente asegurada”: un eufemismo para el Fin de la Civilización y la alteración radical del ecosistema. El Armagedón creado por la inconciencia humana.

Estas dos semanas, en el contexto del conflicto ucraniano, los presidentes de Estados Unidos y Rusia han jugado nuevamente con el farol nuclear como parte de su retórica personal. Eso enciende todas alarmas de los catastrofistas como yo. Recordemos que ambos personajes tienen sumadas alrededor de 11.000 cabezas nucleares. Una capacidad de destrucción masiva e indiscriminada que solamente necesita una autorización presidencial.

Todo este escenario nos vuelve a una Guerra Fría del Día a Día, donde las vidas humanas no tienen ningún significado en el marco de los poderes globales. Eso debería como menos asustarnos un poco. Implica pensar que todos tus deseos de futuro son irrelevantes, porque el Futuro (ese, con mayúsculas) puede desaparecer. Solo eso debería obligarnos a pensar en una posición internacional de restricción, desescalada, y negociación en cualquier conflicto internacional. Confiemos (y recemos a los Dioses de nuestra preferencia) de que esto cambie.

La existencia de mecanismos que desencadenen el Apocalipsis son la amenaza final. Y esa es una de las historias corrientes del rock and roll. La posibilidad de apretar ese botón rojo y que todo se acabe. La Creedence Clearwater revival lo cuenta en Bad Moon Rising: Espero que hayas arreglado tus cosas / Espero que estés bien preparado para morir / Parece que nos espera un clima desagradable. O en ese clásico Pop de Nena, 99 Red Ballons. Pero creo el que mejor describe esta situación es Bob Dylan con su “Talkin’ World War III Blues”m, aparecido en The Freewheelin' Bob Dylan (Columbia, 1963)

Cuando se avecinaba la crisis de los misiles en Cuba, Dylan estaba en un estado de ánimo apocalíptico mientras grababa el disco anotado más arriba. De hecho, si revisan "A Hard Rain's a-Gonna Fall", se constituye en su poema de fatalidad más famoso, con sus océanos muertos y "armas y espadas afiladas en manos de niños pequeños". “Talkin’ World War III Blues”, por el contrario, tiene un humor mordaz (muy adecuado en este tiempo de guerra con memes y videos en Tik Tok), en el que la guerra para terminar con todas las guerras es realmente un sueño febril que todos tienen a la vez. Esta canción en primera persona relata a Dylan emerger de una alcantarilla para encontrar la ciudad yerma. La canción trata más sobre la soledad de la guerra que sobre el dolor o el miedo, con la narradora llamando a un operador en un teléfono público y escuchando con nostalgia mientras repite la línea romántica: "Cuando escuches el pitido, serán las tres en punto".

Confiemos que esa canción, a pesar de lo mucho que amo a Dylan, no se haga realidad. Crean en el Rock and Roll. Nos vemos en 15 días.

 

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