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El Telégrafo
José Velásquez

El miedo

04 de enero de 2021 - 00:00

Era el 8 de agosto de 2018 y Gladys González votaba a favor de la legalización del aborto en el Senado argentino. Pese a que en esa ocasión el proyecto naufragó, la legisladora recibió casi de inmediato insultos y amenazas, incluido el perverso mensaje de un grupo de fanáticos que prometían rezar para que su alma arda en el infierno. Dos días después perdió repentinamente al que iba a ser su cuarto hijo, cuyo nacimiento estaba calculado para el siguiente marzo.

La senadora interpretó su tragedia personal como un castigo de Dios asumiendo que su postura, por obra y gracia del cabildeo religioso aquí en la Tierra, había regresado como un búmeran para desgarrar a su familia. Estaba frente a ese Dios punitivo tan promocionado en su escuela religiosa y en la residencia de monjas donde se había alojado años atrás cuando se mudó a Buenos Aires.

El miedo es, posiblemente, el mejor amigo de la manipulación. Mueve montañas, moviliza masas y quiebra procesos. Es el que apuntala resentimientos sociales y odios entre grupos, el que ofrece falsas reivindicaciones y, sobre todo, el que somete a la gente.

Tiene su raíz en la ignorancia y apunta siempre a los extremos. En Estados Unidos el programa de televisión del pastor Irvin Baxter registró un repunte en sintonía en marzo cuando vinculó a la pandemia con la ira divina debido al “pecado de la fornicación”. Baxter, evangelizador famoso y con espacios propios en varios medios, insistía que el cielo no era “ni para los adúlteros ni para los adictos ni para los afeminados”.

La fórmula es siempre la misma: si no sigues esta filosofía sufrirás las consecuencias.  Por eso el miedo fue eje de la campaña electoral en EE.UU. donde, por ejemplo, se publicitaba sin ningún fundamento que el presidente electo Joe Biden iba a dejar entrar a pandilleros y criminales centroamericanos, a prohibir la Biblia y a mermar la minería y la industria petrolera. Por otro lado, el presidente Trump admitió que llegó a minimizar los efectos del covid-19 para “no alarmar a la población”. Es que el uso del miedo en la comunicación es realmente una calle de dos vías.   

¿Qué nos espera ahora que ha empezado la campaña en nuestro país? Pues mucho de esta dialéctica construida sobre mentiras y deliberadas imprecisiones. “Van a destruir el país”, “vamos a quebrar”, “este es el final”. La presencia del virus robustece el horizonte apocalíptico y crea un espiral de dudas como la desconfianza en la vacuna y, al mismo tiempo, la ansiedad por tenerla disponible pronto en el país. En medio desfila un ejército de troles y mal llamados “analistas” que se disfrazan de independientes para fabricar el montaje que calce mejor a su plataforma.

Pero la gran verdad es que no hace falta inventarse mucho ni elaborar tantas leyendas para que los votantes estemos preocupados. Podemos prescindir de la salsa de tomate y de los efectos especiales en un país afectado por riesgos tangibles y vigentes como el panorama económico-laboral. La clave es identificar los escenarios de miedo legítimo de los cucos que nos quieren vender: ¿Existe el riesgo de convertirnos en Venezuela? ¿Vamos a tener un gobierno banquero-neoliberal? ¿Está en riesgo la dolarización? Ojalá algunos medios dejaran de buscar meteoritos dirigiéndose a nuestra órbita y se concentraran en informarnos mejor para poder entender quién es quién.

El problema con alimentar artificialmente las preocupaciones colectivas es que las campañas terminarán auspiciando el voto rechazo y el ganador de las elecciones se instalará en Carondelet con un piso muy frágil porque la empatía habrá sido efímera. Y entonces tendremos nuevamente lo que hemos tenido en los últimos años: tiranos que se aferren a la silla o líderes débiles y timoratos.

Y así como no se vota desde la fábula sino desde las evidencias, tampoco se debe votar desde el miedo sino desde la convicción. En Argentina Gladys González se sacudió de su tragedia y compartió su historia el 30 de diciembre durante la sesión del senado que aprobó la legalización del aborto. “Nos gana la mirada del castigo y la culpa. El castigo y la culpa solo trae más dolor”, sentenció.

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