Tuve el privilegio de saludar en Guayaquil con el mejor profesor del mundo, Sir Ken Robinson, pedagogo británico, quien disertó sobre la innovación, la creatividad y la educación.
Sir Ken Robinson falleció hace poco, y dejó un legado inmarcesible como educador, escritor y conferencista. Es considerado el speaker más visto en la historia y uno de los cincuenta pensadores más destacados del mundo, con más 300 millones de seguidores en las redes sociales. Sus dos obras –“Las escuelas creativas” y “El elemento”- son verdaderos íconos que reflejan su pensamiento considerado revolucionario, para quien “la imaginación es la fuente de todo logro humano”.
Su mensaje es sencillo: la alternativa frente a sistemas educativos rígidos, burocráticos y demasiado formales, es volver a la naturaleza de los niños y sus talentos. Recordemos –dice- que los niños tienen capacidades de aprendizaje; sin embargo, los gobiernos tienden a devaluar esos talentos mediante la estandarización de todo el sistema, al controlar todo, penalizarlo y normalizarlo. El resultado es obvio: la indiferencia y el conformismo. Y así no cambia la educación.
Robinson insiste en “crear ecosistemas creativos que apunten a la innovación”. La educación es una forma de aprender, como cambia el mundo. Lamentablemente, la escuela sigue igual, muy estructurada, nada flexible. Y añade: “Tenemos que ser más creativos, más innovadores. Pensar en el ecosistema. Es duro decir pero hemos creado escuelas antagonistas al aprendizaje. La estructura ha matado a la misión de educar”.
El mejor profesor del mundo afirma que la escuela actual se parece a una fábrica del XX. Este tipo de educación cumple ciclos, prioriza los resultados y prepara “productos” donde el estudiante es receptor pasivo de información, y en consecuencia el control ha matado al aprendizaje. Estudios recientes confirman la reflexión de Robinson.
Según Robinson el “elemento” de inflexión es responder con creatividad e innovación. La educación –la verdadera educación- nace de cada ser y sus talentos pueden y deben convertirse en competencias. Por eso es urgente recuperar el “elemento” más sensible de la educación: el arte, la música, la filosofía, la danza, el teatro, el dibujo, la oratoria y el juego, por supuesto. El nuevo “elemento” consiste en abrir espacios para la innovación. Y que los niños recobren la pasión por aprender, porque “si normatizamos la educación matamos el cambio”. Para ello, Robinson plantea el perfeccionamiento continuo de los profesores y la autoevaluación permanente. Una idea potente del expositor fue: “la nueva estrategia de todos los sistemas educativos es reformular una alfabetización universal, mediante la creatividad y la innovación”.
La nueva escuela debe partir de otros parámetros: porque la inteligencia artificial está cerca, la robótica, la Internet de las cosas, y las nuevas profesiones en ciernes: los vigilantes on line, los conductores de drones, los brokers personales y otras. La escuela del futuro tiene que reinventarse, según Robinson. Esta reformulación debe articularse con la economía (la producción de conocimientos); con la cultura (el respeto a la diversidad); con la sociedad (la ciudadanía y el ambiente); y con cada persona en particular (su proyecto de vida).