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El Telégrafo
Christian Gallo Molina

El gobierno de la nave

14 de junio de 2021 - 00:40

Pensemos que, en su enormidad, el Estado es una gran nave. Por ende, su máximo líder, siempre será su capitán. Depende entonces del capitán saber cuál es el rumbo a tomar. Indudablemente, la nave no siempre se encontrará en aguas tranquilas, sino que, por el contrario, varias condiciones determinarán el aparecimiento de obstáculos y dificultades: vientos, corrientes e incluso la propia tripulación, pueden conducir al navío a un inminente naufragio. Es por ello por lo que el capitán jamás debe olvidar que, si bien puede controlar algunas cosas, inevitablemente tendrá que adaptarse a otras.  

El gobierno de la nave entonces consiste en encontrar las corrientes más adecuadas y dejarse llevar por estas sin perder el rumbo marcado. Lo importante es guardar el equilibrio necesario para mantener un rumbo firme y a la vez alejarse de caudales demasiado fuertes. Por tanto, es primordial que el capitán sepa claramente cuál es su destino y quiénes son los miembros de su tripulación, pues solo de esta manera evitará perderse en el transcurso de su viaje, así como motines que lo despojen del control.

Ahora, si el capitán, confiado de la nave y de su pericia, cree controlar vientos y corrientes y además olvida a su tripulación, está claramente condenado al naufragio. Nadie puede ir contra corriente sin afectar su rumbo, ni tampoco permanecer al mando con una tripulación que desconfía de él.

El concepto de “gobierno de la nave” fue creado por Plutarco hace más de 2000 años como una metáfora relativa a la conducción de un Estado. Esta metáfora, sirvió a su autor para explicar cómo Pericles, figura trascendental en la historia de Atenas, llegó a su punto más alto, pero también propició su indefectible caída.

El joven Pericles, al asumir la dirección de la Liga de Delos, utilizó la estrategia del gobierno de la nave: carismático y persuasivo como él, logró poner de parte de Atenas incluso a sus enemigos. Sin embargo, cuando creyó tener el control de todo y todos, en una clara estrategia de confrontación empezó a gobernar contra corriente y con ello, naufragó en una guerra que incluso sus enemigos, la Liga del Peloponeso, rehusaban pelear.   

Dice Tucídides que el conocimiento del pasado siempre ayuda a entender el futuro, pues todos los asuntos humanos suelen parecerse o incluso ser el reflejo de un tiempo anterior. La premisa de Tucídides, después desarrollada con amplitud y profundidad por los historicistas, parte precisamente de la consideración de que estamos irremediablemente condenados a los patrones y las repeticiones que superviven al paso del tiempo.

Hoy, que un nuevo capitán ha asumido el control de la nave es necesario recordar esta vieja metáfora. Luego de una desastrosa dirección por parte del capitán anterior, y en medio de una gran perturbación, la nave tiene una tripulación diezmada y desconfiada.

Por otra parte, y desde el inicio, corrientes tratan de imponerse al capitán. No obstante, sabiamente, en una maniobra temprana este ha sabido actuar correctamente.

Quizá, y la cuestión de nuestra nave es lo que un antiguo capitán ya supo manifestar: Ecuador es un país de balsa, que no se puede hundir jamás, pues cuando parece que va a naufragar de alguna forma siempre vuelve a flotar. 

¿Qué hacer entonces? Desear, como los viejos navegantes, buen viento y mar al nuevo capitán. 

 

 

 

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