Han pasado casi dos siglos desde que el francés Louis Braille creara un sistema de puntos que permitiera la lectura solo basándose en el contacto táctil, lo increíble es que continúa vigente en el siglo XXI y que esos mismos puntitos que se convirtieron en un alfabeto y en un lenguaje se sigan usando hasta los tiempos actuales.
Sorprende que, pese a los avances de la ciencia y las tecnologías, el invento realizado por alguien que perdió la visión en su niñez, perdure a través de los tiempos y siga prestando una invaluable ayuda a personas de todas las regiones del mundo y de todas las edades.
No sé si ustedes queridos lectores han tenido en sus manos un texto en braille, yo he tenido la suerte de que algunos de mis libros hayan sido traducidos a ese lenguaje y he podido pasar mis manos por las superficies repletas de puntitos, por esas páginas más abultadas, que hacen que inclusive textos pequeños parezcan más largos en su versión a través de este sistema.
Por supuesto los audio-libros vienen también en apoyo de quienes no pueden ver y sirven para el deleite y el conocimiento de una comunidad que se ha visto privada del privilegio y del placer que da la lectura y de los beneficios que ésta reporta, pero el braille sigue prestando un invaluable servicio a la comunidad no vidente del Ecuador y del mundo.
Las personas ciegas o con deficiencia visual se han beneficiado de este invento de una mente brillante que crea el sistema que brinda soluciones de lectura a millones de personas. El sistema lleva el nombre de su creador y sirve tanto para la lectura como para la escritura, así como para la notación musical.
Es un sistema imprescindible para el proceso de enseñanza aprendizaje de las personas que nacieron sin el sentido de la visión o que lo perdieron en el transcurso de su vida. Abre espacios de esperanza para las personas con esta discapacidad, por ello el mundo nunca dejará de agradecer a su creador y de rendirle homenaje cuando nos estamos acercando a la celebración del bicentenario de su nacimiento.
