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El Telégrafo
Mauricio Maldonado

¿Y quién paga la farra?

08 de octubre de 2019 - 00:00

Si la memoria no me falla, fue Eduardo Valencia quien mostró que solo un tercio del dinero de la “década ganada” fue realmente destinado a la obra pública. En el último año (o en los dos últimos), además, buena parte del presupuesto se había ido en cubrir la deuda adquirida, sobre todo con China, a intereses altísimos.

A eso hay que sumar la venta anticipada de petróleo y el despilfarro de dinero en elefantes blancos: el más insigne de ellos es la supuesta Refinería del Pacífico (un terreno aplanado que costó algo como $ 1.500 millones). Aparte de las estimaciones en torno a los miles de millones de dólares que –según varias fuentes– se habrían ido en corrupción. Con el resultado de que después de la mayor bonanza de la historia, terminamos con una economía endeble, endeudados, con un Estado obeso y apuros financieros.

El Gobierno ha tomado la decisión, a efectos de paliar los problemas de nuestra economía, de “sincerar” el precio de los combustibles, lo que produciría un ahorro de $ 1.500 millones anuales (un “terreno aplanado” por año, digamos). Pero, como hemos visto, implementar efectivamente la medida se pone cuesta arriba. No solo los transportistas –responsables de muchísimos accidentes cada año– se han levantado a protestar, sino también grupos de indígenas y ecologistas.

Esto último resulta difícil de comprender. Debe ser de los pocos casos registrados en donde un grupo de ecologistas defiende a capa y espada una medida de este tipo. Hilarante. Más si consideramos que estos grupos están haciéndole el juego a Correa (que a los indígenas y a los ecologistas les dio, y no consejos).

Supongamos, en todo caso, que el Presidente dé el brazo a torcer. ¿Cómo afrontar, entonces, los problemas de nuestra economía? ¿Quién paga la farra de una década, la corrupción y los elefantes blancos? Porque, guste o no, algo hay que hacer para salir de este embrollo.

¿Cuál es la alternativa viable que proponen? Al final, da la sensación de que en este país estamos condenamos a repetir mil veces los mismos argumentos sobre los mismos temas para satisfacción de quienes usan, abusan y se alimentan del discurso anacrónico de la lucha de clases: aburguesados que se enriquecieron en la política; que odian, eso sí, a los burgueses, pero que aman la vida burguesa. (O)

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