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El Telégrafo
José Velásquez

El Ecuador de Jorge Célico

17 de junio de 2019 - 00:00

Jorge Célico no era un gran goleador: era arquero. Nunca logró debutar en primera ni jugar en un equipo grande. Luego como técnico, cuando su amado Huracán lo tomó en cuenta para la plantilla de lujo, solo le permitió dirigir un partido.

Pero el fútbol es una metáfora de la vida y Célico entiende que lo que a veces parece una suma de conquistas a medias es realmente un encajar de piezas de rompecabezas. Es un optimista ilustrado. Lo que otros convierten en resentimiento él lo traduce en capital.

Y así aterrizó en Ecuador, sin cartel y sin complejos. Arrancó en las categorías menores de El Nacional en 2005 y luego refundó el fútbol en Universidad Católica. Pero siempre me pareció un técnico suicida: hacía mucho con poco pero arriesgaba demasiado. No me convencía, peor aún cuando tropezó con una selección mayor casi desahuciada y salpicada por el mal comportamiento.

Por eso lo de Chile fue un despertar, al menos para mí. Célico había estado puliendo los diamantes en silencio; tallando a mano una familia. Estoy seguro de que el éxito de la Tricolor no lo tomó por sorpresa.

Ecuador es un país que dejó de creer. Somos ingenuos y al mismo tiempo incrédulos. Han sido muy pocas las veces en que las personas a cargo de un proyecto nacional han hilvanado sus actos a sus discursos. Sixto nos prometió no dar un paso atrás y ese fue uno de los picos de esperanza colectiva más altos de nuestra historia moderna. Luego de eso el desgaste no ha dado tregua.

En marzo, Célico dijo que Ecuador iba a Polonia a buscar el título y me convenció. Y cuando tras la victoria ante Estados Unidos nos invitó a seguir creyendo porque iban “por más”, me sentí habitante de un país ilusionado.

Fue la rebelión de los humildes que atesoran sus recursos. Ecuador necesita sacudirse de la rimbombancia de la palabra estéril y empezar a creer con sensatez en la gente que trabaja en serio. Necesitamos cabecear en el área hasta el último segundo aunque el arquero se invente un milagro. Hay que levantarse pronto y volver a avanzar sin descanso porque hemos perdido el tiempo durante años.   

Lo único que se necesita es tener al frente a algún valiente que sepa dónde colocar la siguiente pieza de este rompecabezas llamado Ecuador. (O)

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