Ayer, 17 de mayo, se conmemoró internacionalmente el Día contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia, que engloba los tipos de diversidades sexuales en los humanos, específicamente en lo que se llama de “minorías”, con una amplia discriminación social, cultural y política.
Hace 29 años la humanidad, a través de la Organización Mundial de la Salud -que lamentablemente no rige a todo el mundo en sus pronunciamientos-, eliminó a la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales, que es a donde derivó la discriminación por parte de otros humanos, para condenarla, luego de una larga historia que arrastra enormes estigmas culturales e institucionales aún difíciles de superar en Estados y legislaciones; hasta millones de muertes durante siglos, debido al odio.
Si fuera una enfermedad mental, no se entiende cómo a lo largo de la historia ha habido gobernantes, pensadores, artistas, científicos, deportistas, militares, hasta religiosos -de ambos géneros- talentosos que han destacado por sus logros positivos para la humanidad. También hay personajes negativos, sin duda. Pero nada de eso se debió a su orientación sexual, pero también gracias a ella. Vivir una vida de discriminación (o una doble vida) y superar retos por encima del qué dirán, suele ser un mérito, según los casos.
Nadie insulta a un rival o agrede por sus errores y corrupción a un político o personaje público, cuestionando su heterosexualidad; sin embargo, aún suele endilgarse epítetos ofensivos insinuando al contrincante una supuesta homosexualidad, como forma de insulto. Y eso que llevamos casi 20 años de vivir el siglo XXI.
Ecuador lleva 21 años de una serie de cambios legales desde que despenalizó la homosexualidad (sí, estaba absurdamente criminalizada hasta 1997); estaríamos a un paso de aprobar el matrimonio igualitario. México sumó anteayer un Estado más en el camino para alcanzar la igualdad de toda la unión. Estados Unidos eligió cerca de 50 legisladores de medio período, personas visiblemente LGBT de diversidad étnica y religiosa, el pasado noviembre. Es irreversible, la historia va cambiando. (O)