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El Telégrafo
Fernando López Parra

Destrucción

28 de noviembre de 2019 - 00:00

El espacio es un elemento connatural a la vida humana y constituye siempre un objeto sensible, porque es el escenario en donde se desarrolla la vida y la interacción entre los seres y la naturaleza. El espacio tiene varias dimensiones y connotaciones que van desde lo físico a lo que se denomina lo virtual. Dentro del espacio físico, hay lo que se denomina el espacio público que está a la vista de todos, y que pertenece a toda la sociedad y es común a las personas.

El espacio público, por lo tanto, es el lugar que está abierto a toda la sociedad, a diferencia del espacio privado, que se puede administrar o incluso cerrar de acuerdo con los intereses de su propietario.

Como tal, un espacio público es propiedad del Estado y del dominio y uso de la población. En general, se puede decir que cualquiera puede moverse por un espacio público, más allá de las limitaciones obvias impuestas por la ley. La administración pública es responsable de regular y gestionar el espacio público, estableciendo sus condiciones de uso.

La denominada protesta, ocurrida en octubre en Ecuador, se desarrolló en el espacio público como escenario, como en cualquier parte del mundo. Se hizo uso del espacio público: por parte de los que protestan y, asimismo, los que cuidan por ley la seguridad, y también el espacio público.

En esta tensión lo que se reveló fue un atentado constante en contra del espacio público, se agredió de forma inmisericorde el espacio que está destinado para hacer la vida; se observó que parte de nuestro patrimonio cultural, que es de la humanidad, como lo es la ciudad de Quito, se convirtió en un escenario casi de guerra, con saqueos y con una constante e inmisericorde agresión a nuestra historia y al espacio público que, en definitiva, es nuestra “casa grande”.

Independientemente de la ideología de los actos políticos, no se puede atentar contra nuestra casa. Hay que buscar formas inteligentes de protesta, que nos acerquen a la dignidad humana y que no nos dejen próximos a lo salvaje y a la barbarie.

Hay que recobrar al espacio público como un lugar destinado al uso social típico de la vida humana y como escenario de interacción social y política. Se debe recobrar el debate y el discurso inteligente, profundo y argumentado -que son las mejores armas- en contra de la agresión física, en contra de la vida y en contra de nuestra casa grande, que es el espacio público. (O)

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