La ola de delincuencia, que ha caído sobre todas las ciudades del país, ha obligado a los ciudadanos a resguardarse detrás de las rejas y puertas reforzadas de sus casas, mientras en la calle maleantes de diversas nacionalidades cometen delitos a cualquier hora del día.
Videos y noticias dan cuenta todos los días de asaltos y robos de una audacia y crueldad que estremecen. Las cámaras instaladas en los locales asaltados y en las calles registran disparos a quemarropa; bandas organizadas de delincuentes con armas de grueso calibre, autos y motos; ciudadanos valientes que se enfrentan desarmados y en desventaja a los delincuentes y ataques en la vía pública o en las puertas de los bancos, por nombrar algunos.
Estadísticas oficiales señalan que en el mes de enero de 2019 se denunciaron 2.432 casos de robo a personas (78 por día) y en febrero del mismo año 2.348 (83 por día). Seguramente ese número debe ser más grande, porque muchas de las víctimas prefieren no denunciar.
Los robos a domicilios, según el INEC, fueron 1.009 en enero de este año (33 por día) y 825 en el mes de febrero (30 por día).
Todos los días la Policía Nacional da cuenta de arrestos de malhechores y recuperación de los bienes robados. Pero casi todos los bandidos tienen varias detenciones anteriores por los mismos delitos. Es decir, entran a la cárcel, se reorganizan y a los pocos días vuelven a las calles, como si se tratara de una actividad normal.
Estamos en peligro cada vez que salimos a la calle y las recomendaciones son tomar diferentes rutas, subir los vidrios de los autos, tener cuidado en los cajeros automáticos y no dejar sola la casa. Solo falta que nos digan “no se dejen asaltar”.
Mientras tanto, los ciudadanos tras las rejas y los delincuentes en todas las calles. Al revés, como sucede a menudo en este país. (O)