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El Telégrafo
Fander Falconí

De aquí a 32 años, ¿un futuro infernal?

11 de octubre de 2017 - 00:00

Hay quien sostiene que la ciencia ficción es una experiencia religiosa, pero tengo mis dudas. Lo que sí creo es que la ciencia ficción siempre es un ensayo político. La película recién estrenada en todo el mundo, Blade Runner 2049, no es la excepción.

La humanidad del filme vive en un mundo destrozado por el cambio climático y por una guerra nuclear bastante anterior a 2049. Los Ángeles, California, tiene un megadique que contiene al océano desbordado y sobrevive a un clima lluvioso y hasta con nieve en invierno. Los ricos viven literalmente muy por encima de los pobres, en una urbe con rascacielos de cientos de pisos. Muy por debajo, vive una masa oprimida.

La película está ganando millones y recibiendo críticas favorables. Se observa que en la trama los protagonistas son en general hombres y blancos, sirvientes de un capitalismo desbocado que domina todo, hasta la fabricación de mano de obra barata no humana: androides. ¿Sorprende que se pinte un futuro machista y racista? No debería, si observamos a dónde va Estados Unidos.

Parecería una exageración excesiva ese escenario de 2049, pero la ciencia actual nos dice otra cosa. Una investigación reciente -June Sekera (2017), ‘Missing from the mainstream: the biophysical basis of production and the public economy’, Real World Economics Review N° 81- nos explica las falencias de la economía convencional. Esta ignora dos hechos esenciales de la nueva economía: la producción tiene una base biofísica la energía es su combustible, y la economía pública es fundamental en este proceso. Negar esos hechos resulta tan peligroso como negar el cambio climático.

La base biofísica significa considerar la entrada de energía y materiales para el funcionamiento de los sistemas, en nuestro caso economías. Así, se puede explicar el comportamiento económico con variables no económicas: la dotación de recursos naturales, su uso y las posibles interrelaciones (y contradicciones o restricciones) entre los mismos.

Los adoradores del mercado no conciben que exista una economía que no esté sometida al mercado. Sin embargo, la economía pública representa entre 25 y 50% de la actividad económica de los países capitalistas más avanzados. Asimismo, la economía convencional sostiene que la transición de los combustibles fósiles a energías renovables se dará cuando el mercado lo dictamine. Los mismos que sostienen esta barbaridad creen que la innovación aparece cuando hay una necesidad. Esperan en forma ingenua al Henry Ford que traerá el remedio al cambio climático.

La economía biofísica señala el camino correcto, mientras la economía pública explica cómo recorrer ese camino. Solo si nos abrimos paso con esas instrucciones alcanzaremos un futuro aceptable. De lo contrario, tendremos un mundo como el que se pinta en Blade Runner 2049. Y puede ser peor en los países empobrecidos, como se rumora que describirá la secuela de este filme.

Todavía estamos a tiempo. Se pueden mitigar los efectos del cambio climático y frenar su advenimiento. Pero se necesita cooperación internacional y una nueva actitud innovadora, una que no esté guiada por la codicia.

Sin lugar a dudas, el cine refleja las pesadillas. (O)

 

 

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