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El Telégrafo
Alicia Galárraga

Cultura machista

22 de marzo de 2020

Soy profesora universitaria y madre de cuatro hijos, fruto de una relación de diez años con un hombre que a diario me violentaba sicológicamente. Decidí divorciarme cuando de la agresión sicológica pasó a la física, a pesar de que lo hizo una sola vez.

Después me involucré con un profesor universitario que desde un principio le fue infiel a la relación. Sus infidelidades eran con todo tipo de mujeres, principalmente con estudiantes y aunque yo tuviera las pruebas en la mano me convencía de que eran suposiciones mías. El sufrimiento era continuo y profundo, tanto que me provocó una enfermedad cutánea degenerativa y en una ocasión casi me cuesta la vida, porque la ingesta de alcohol provocó que sea hospitalizada.

Luego de casi cinco años la relación era insostenible y mi agresor se marchó, no sin antes utilizar mis ahorros de toda la vida para comprarse un auto de alga gama. Es decir, a más de violencia sicológica, este sujeto perpetró violencia patrimonial en mi contra.

La historia no terminó con su partida. Al poco tiempo encontré un diario de mi pequeña hija de 12 años en el que relataba que él la había violado. Mi lucha empezó ese día moviendo cielo, mar y tierra para que responda ante la justicia.

Llegué a cuestionarme y culparme por atraer a mi vida este tipo de hombres. Ahora entiendo que soy parte de una cultura que socapa, normaliza, justifica y hasta celebra la violencia machista. Por ejemplo, hace pocos días un conocido escribió a mis redes porque quería tener sexo conmigo; así, “sin ton ni son”. Otro se refería a la forma de mi cuerpo y a la ropa con la que yo aparezco en una fotografía.

Es así que los hombres repiten comportamientos que creen inofensivos; las mujeres, al no denunciar a nuestros agresores, contribuimos a normalizar las conductas violentas y, como resultado, la sociedad se ve inmersa en la cultura de la violencia machista, sin alcanzar a entender que el nivel de educación y el estatus social y económico no tienen relación alguna a la hora de ser víctima de violencia machista.

Mi lucha no cesará cuando la justicia condene a mis dos agresores; al contrario, seguirá en busca de una sociedad donde prevalezca el respeto y la convivencia sana, armoniosa y pacífica. (O)

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