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El Telégrafo
Mariana Velasco

Cuando la esperanza sabe a hiel

03 de agosto de 2022 - 01:00

Un pueblo solo construye su futuro a través de grandes consensos mayoritarios que hacen estable la convivencia y que amplían oportunidades. Para un gran porcentaje- casi %70 de ecuatorianos- tras un año de gobierno del conservador Guillermo Lasso, el cambio real se siente esquivo, a pesar de asegurar en su primer informe de labores del pasado 24 de Mayo: “en este punto de la historia lo que el Ecuador necesita es ser gobernado y ser gobernado bien”. Hay un abismo entre el discurso y la realidad.

La esperanza, ese estado de ánimo optimista en el cual aquello que deseamos o aspiramos nos parece posible, tras 15 meses de gobierno, sabe a hiel. Lo que suponía tener expectativas positivas relacionadas con aquello que es favorable y que se corresponde con nuestros deseos ciudadanos, está lejano o simplemente no existe.

Cada día, con fuerza, crece el bisbiseo sobre la carencia de arte y habilidades para gobernar y lograr el compromiso de todos, cada uno en su espacio. Leyes claras, seguridad para caminar en espacios públicos, educación que asegure progreso, vigorosa economía, impulso a la producción, salud integral que garantice la vida, entre otros. La esperanza se destiñe.

Los diez y ocho millones de ecuatorianos, están conscientes que la responsabilidad es enorme porque tiene que hacer frente a una persistente crisis económica empeorada por la pandemia de covid-19, la guerra de Ucrania y porque –quizás lo más importante– debe luchar contra la extrema polarización entre izquierda - derecha y la creciente fractura social que se dejó sentir en los estallidos sociales de octubre del 2019 y junio del 2022. Además de la toma del país por parte de los carteles de la droga, los amotinamientos en los centros de rehabilitación, los ágiles Habeas Corpus y la corrupción galopante que nos asfixia.

Terminó el compás de espera y la paciencia de la población hacia un mandatario que prometió hacer un gobierno del encuentro de todos y abrir espacios de diálogo y participación con la ciudadanía. Con apenas 12 curules, su movimiento minoritario en la Asamblea Nacional, no logra concertar ni negociar en un escenario con dura oposición del correísmo y afines.

Quisiera creer que la obcecación temeraria que producen los desencuentros entre los representantes de ciertos partidos y movimientos políticos por captar la presidencia, vicepresidencias, comisiones y el Consejo de Administración de la Legislatura, (CAL) dejó de ser una impresión. A paso lento y firme tienen las dos vicepresidencias del poder legislativo, lo que demuestra que no están convencidos de la necesidad absoluta de un acuerdo y no están dispuestos a transigir en principios innegociables, aunque por invitaciones no faltan desde la presidencia de la Asamblea.

¿Será qué la esperanza- élixer de fé- se convirtió en veneno colectivo?  Millones de sufragantes no están dispuestos a pagar un precio y no lograr una auténtica gobernabilidad entre las partes. Se evidencia que cada una de las funciones del Estado, tiene su propia agenda, encaminado al Frankenstein electoral de febrero 2023- mientras los ecuatorianos navegan por un mar de incertidumbres, minado y lleno de tiburones hambrientos- e intentan encontrar un santo que haga el milagro para qué: capitán y barco, no se hundan.

Saber negociar es todo un arte y no hace falta ser hostil ni agresivo, pero tampoco aceptar todo, para ganarse la aprobación de los demás. Le quedan tres años y aunque se sostenga con oxígeno permanente, debe cumplir con una inmensa población en extrema pobreza, desnutrida, desempleada y analfabeta.

Se sabe que todas las profecías tienen cierta voluntad de auto cumplimiento, y la campaña incendiaria para renovar autoridades de los Gads y Prefecturas en el 2023, no será la excepción. Es de sentido común el reconocer que cierta clase política se jugó las últimas cartas para tomar el poder y cual rompe cabezas armar y desarmar los tableros político y de justicia.  Ni en las calles ni desde el legislativo, logró. No ha permanecido estática. Trabajan como hormiga en la Asamblea hasta lograr indulto, amnistía o la aplicación de cualquier figura jurídica para bajo el argumento de paz social y gobernabilidad, devolver la libertad a su líder. Desde el Ejecutivo, ausencia de objetivos, desconcierto y lenta capacidad reactiva.

La sociedad civil y algunos actores políticos -en redes sociales-debaten la posibilidad de convocatoria a una consulta popular y plantear temas de fondo y forma: el regreso a la Constitución de 1998, bicameralidad, reducción del número de asambleístas, entre otros, mientras el decreto de muerte cruzada, cuál comodín, según huéspedes de Carondelet, reposa sobre el escritorio. Entre expectativa y tensión, el tira y afloja se perfecciona en los protagonistas de los encuentros hasta lograr acuerdos en las distintas mesas (gobierno y organizaciones sociales), que buscan beneficios para los sectores más vulnerables del país, ante la prudencia y paciencia de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.

Hay coros de voces en lo urbano y rural del país que inquietan y lastiman. Si el presidente no estaba preparado, es de asumir que en un año aprendió para tomar decisiones en función de país y honrar su palabra por el bienestar de la democracia ecuatoriana. De claudicar, el pueblo jamás perdonará su inmovilidad, aunque sea por motivaciones justificadas.

 ¡Cuidado!, la pasividad y extrema confianza del gobierno del encuentro, podrían convertirse en pólvora y detonador del desencuentro ante frustraciones acumuladas y ofertas de campaña no cumplidas.

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