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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Cuando importábamos langostas y salmones

12 de abril de 2015 - 00:00

Durante el siglo XIX los importadores ecuatorianos importaban no solo cosas exóticas, sino además productos que se producían de manera natural en el país. De esta manera fugó la mayor parte del capital que estaba en formación.

Un caso que parece irreal es el de la provincia de Manabí, que en el siglo XIX  importaba pescado desde el Perú para resolver el problema de la falta y diversidad de alimentos. El dato es asombroso puesto que esta provincia tiene una gran riqueza ictiológica marítima. ¿Por qué la provincia comenzó a importar pescado desde el Perú? La respuesta de este extraño fenómeno está en la presión que ejerció la nueva economía capitalista sobre esa región, la misma que tenía características particulares.

Debido a la demanda de materias primas como el cacao, la tagua y el caucho; y de otros productos manufacturados como los sombreros de paja toquilla, la mano de obra de los hombres y mujeres libres fue canalizada para favorecer los intereses de los exportadores que querían aprovechar la demanda de Europa y comenzaron a desarrollar la cultura de la acumulación de la renta. Los finqueros dejaron sus pequeñas unidades agrícolas, y los que las mantuvieron no obtenían lo suficiente para sustentar  a la familia y realizar un comercio justo. Esto provocó además la subida de precios y la escasez de algunos artículos que se enviaban a Guayaquil, que requería alimentos porque sus fuerzas productivas atendían solo la producción de cacao para la exportación. Grupos poderosos de Manabí no solo acumulaban las ganancias de las exportaciones, sino que además canalizaban las importaciones  para que la población campesina comenzara a depender de esos productos, cuya venta y ganancia también concentraban.

La lista de productos que importaban por medio de los puertos de Bahía de Caráquez y Manta incluía no solo  salmones sino también alimentos que se producían naturalmente en nuestras costas, tales como langostas y ostiones. Aún recordamos que cuando éramos niños íbamos a las rocas de Jaramijó y sacábamos ostiones que consumíamos maceradas con limón. Así de fácil, pero el capitalismo penetrante ha querido desde siempre abortar toda forma de desarrollo de lo nuestro e impulsar el consumismo y la dependencia de artículos importados, para ganar dinero y concentrarlo en sus bancos.

En muchos lugares del Ecuador temprano y también en Manabí, se producían telas de algodón, sin embargo en 1880 comenzó a desaparecer esa artesanía ancestral y por ello importadores como Casa Paz de Manta anunciaba en aquella época la importación de 2.540 yardas de género blanco. Otros importadores traían objetos suntuarios por Bahía de Caráquez, de tal forma que mientras ganaban unos 600.000 sucres por exportaciones, gastaban no menos de 430.000 en comprar artículos de lujo y comida exótica en 1890.

Por supuesto, los importadores ecuatorianos del siglo XIX ganaban mucho dinero, por lo cual siempre se opusieron a las ‘salvaguardas’ o impuestos y estaban en contra de proteger la industria y sobre todo la manufactura nacional. Al final de cuentas, transformaban la fuerza de trabajo de miles de campesinos en capital más capital. Muchos de ellos sueñan todavía con el libre comercio porque su razón de vida es acumular dinero y poder comer preferentemente salmón con millones de dólares en salsa de ostiones importados.

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