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El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

¿Cuándo empezar a enseñar?

11 de septiembre de 2021 - 00:02

Contaba mi abuelo médico que recibía consultas de todo tipo de parte de sus pacientes. Un día llegó una mamá con su niño pequeño y le preguntó: ¿Cuándo debo empezar a educar a mi niño? Y mi abuelo le respondió: ¿Qué edad tiene el niño? La madre contestó: “Un año y medio, doctor” y el abuelo dijo: “Entonces, ya ha perdido un año y medio, señora”.

Mi abuelo Emiliano decía también que cada vez que un bebé juega, interactúa, se ríe, frunce el ceño, llora... está aprendiendo. Entre los 6 y los 12 meses, un bebé se desarrolla mucho y ya participa en las actividades con las que su madre y sus familiares lo estimulan. Aprovechar la capacidad de aprendizaje y adaptabilidad del cerebro del bebé a través de estímulos fija la atención e interés del pequeño e incentiva sus funciones cerebrales. No solo se trata del aspecto intelectual, sino también del desarrollo de sus capacidades físicas, emocionales y sociales.

Tomar decisiones sobre la educación y el cuidado temprano de un bebé es complejo. Los padres, y en especial la madre, cuando van a tener un hijo enfrentan la decisión de regresar o no al trabajo, quedarse en casa, inscribir a su bebé en una guardería o contratar a alguien que lo cuide. Pero, antes de la decisión, deben tomar en cuenta cuán precioso es el desarrollo del cerebro durante los primeros años de vida, pues se encuentra en su estado más “plástico”, es decir, en uno flexible y de enorme adaptación al mundo. En este período es cuando los niños desarrollan rasgos de carácter, creatividad, pensamiento lógico, persistencia, concentración y capacidad de liderazgo.

Los estudios del Banco Mundial sobre educación temprana lo dicen: “Invertir de forma inteligente en el desarrollo físico, cognitivo, lingüístico y socioemocional de los niños pequeños, desde antes del nacimiento hasta que hacen la transición a la escuela primaria, son fundamentales para encaminarlos hacia una mayor prosperidad y felicidad”. Una investigación de veinte años sobre niños en Jamaica, realizado por el premio Nobel James Heckman y otros, mostró que la estimulación temprana a bebés y niños pequeños de quintiles pobres aumentó sus ingresos futuros en un 25 por ciento, equivalente a los que crecieron en hogares más ricos.

El desarrollo del lenguaje, la motricidad, la independencia y las habilidades sociales son aspectos clave. En cuanto al lenguaje, es de gran importancia el que la madre hable mucho al bebé. Una de las formas de transmitir el conocimiento de las palabras es que le hable al niño en lenguaje de adultos, utilizando un vocabulario rico y una gramática correcta. Existe, por ejemplo, un método Montesori llamado “transmisión deportiva” en el que la madre describe todo lo que está sucediendo y lo que está haciendo a medida que sucede. No es algo que la gente haga de forma natural, pero hacerlo intencionadamente acelera el desarrollo del lenguaje en el pequeño. Es importante también que los niños estén en un entorno en el que la gente hable entre sí porque absorben cada palabra y captan patrones en la forma en que las personas se dirige unas a otras.

Para la independencia y el aprendizaje del movimiento se debe alentar a los niños a practicar tanto la motricidad gruesa como la fina. Esta etapa es especialmente importante para los bebés porque están aprendiendo a moverse, a levantar la cabeza, a empujar con los brazos, a gatear, a caminar, etc. Necesitan practicar estos movimientos y un entorno que apoye este aprendizaje. Así, si un bebé está en una edad en la está listo para incorporarse, hay que proveerle de una barra u otra herramienta a su nivel para levantarse y practicar ese movimiento. Por ello, enviarles en horario reducido a una guardería especializada puede ser una buena decisión.

Una habilidad de gran importancia para los niños es que aprendan a estar solos y lejos de sus padres. Un momento crítico es el de alrededor de los ocho meses, cuando los bebés se dan cuenta de que sus padres existen aparte de ellos y todavía no comprenden que sus padres volverán cuando les han dejado. Se puede disminuir la ansiedad por la separación de forma temprana si se practica dejar a los niños al cuidado de otras personas que no sean sus padres. Este es un ejercicio que sirve al momento de enviarlos a la escuela. Es una transición saludable porque el niño aprende a lidiar con el cambio, con la separación de los padres y se vuelve más sociable desde una edad más temprana. A largo plazo, los niños experimentan mayor éxito y confianza en los entornos grupales.

El desarrollo infantil es progresivo y acumulativo. Cada paso del viaje de la vida está precedido de los pasos anteriores. Cuanto antes el niño/a aprenda las habilidades que se requieren para vivirla, estará mejor preparado/a para enfrentarla.

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