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El Telégrafo

Credibilidad

21 de abril de 2011

La credibilidad es actualmente un premio. Nunca antes se había escudriñado tanto a los líderes como ahora. Hace veinte años esto no ocurría. A partir de la última gran recesión económica de finales del siglo pasado e inicios de esta década, el sector público es cada día más voraz y vociferante. La atención concedida al bienestar social, a los servicios sociales, la salud, la educación y el entorno ha engendrado un pantano de grupos de defensores de ciertas causas, organizaciones de consumidores y sindicatos, a quienes los medios de comunicación atienden cada vez más. Todos cuestionan y desafían a la autoridad, y los que ejercen el poder deben moverse con la cautela de un comandante de tropa que negocia en un campo minado. Los puntos de control del sector público actual dejan poca libertad de acción, salvo para la rectitud y la responsabilidad. Ideas valiosas, importantes y constructivas han sido expuestas para su divulgación y la crítica. Las relaciones públicas se han convertido en un negocio descomunal, mientras los líderes intentan emplazar y sacudirse de opiniones refractarias y caprichosas. Cuando un hombre o una mujer optan por el liderazgo y asumen responsabilidades, también están entregando su privacidad e intimidad personal.

El denominador común en todo esto son los profundos sentimientos de inseguridad que existen en las sociedades modernas. Los experimentan personas de todas las creencias y niveles económicos, de todas las esferas de influencia y de todos los niveles de capacitación. Esta actitud compartida por muchos ciudadanos del mundo, nerviosos por el contexto socioeconómico actual, señala que hay renuencia en los seguidores por escasez de líderes. Cabe, entonces, evocar la tesis del filósofo y político italiano del Renacimiento Nicolás Maquiavelo, quien en su obra “El Príncipe”, sostenía: “El gobernante evitará cambiar las instituciones, y dejará lo más posible a sus subalternos el cuidado de tomar medidas impopulares”. Este autor pensaba que todos los seres humanos somos renuentes a los cambios profundos e inmediatos en las estructuras del Estado.

En consecuencia, caben las siguientes reflexiones: “Queremos verdaderos cambios en nuestra organización social, económica y política, debemos continuar por el camino emprendido para conseguirlos, impulsado por el trabajo encomiable y tesonero del presidente Correa y su equipo de gobierno, preocupado por el bienestar de nuestro pueblo. Sin duda alguna, hemos avanzado bastante, pero todavía queda mucho para hacer retoñar una patria nueva más justa y solidaria”. Elijan ustedes, conciudadanos, seguimos por la ruta del cambio positivo o damos marcha atrás al viejo país. Creo que ha llegado el momento de meditar profundamente antes de decidir en las urnas sobre el futuro de nuestra nación.

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