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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Codicia y corrupción

18 de junio de 2020 - 00:00

Le llamamos “joven empresario” a un sujeto que a los 19 años ya tenía una empresa de papel que servía para ser el testaferro de grupos políticos corruptos. En 13 años ha acumulado una fortuna que muy pocos emprendedores reales la pueden hacer en toda una vida de duro trabajo.

Lamentablemente se debate entre la vida y la muerte por tratar de huir en una avioneta que se accidentó. Su codicia y corrupción le permitieron obtener tanto dinero y mantener un estilo de vida extremadamente derrochador y sofisticado, muy usual entre los ricos y famosos, que puede ser demasiado atractivo para nuestra juventud.

Pero los humanos no nacemos corruptos; pero es cierto que esa conducta es potencializada por una cultura que promueve el beneficio personal sobre el colectivo. Por lo cual, si queremos evitar la generación de más “jóvenes empresarios corruptos” tendremos que comenzar a combatirla antes de que se arraigue.

Nuestro país es de gente joven y no hay duda que la mayoría haría cualquier cosa por ganar dinero. Muchos piensan que la corrupción es una herramienta legítima para hacer negocios. Y lo que es peor, las tres cuartas partes de los jóvenes, no están dispuestos a defender principios y valores de ética y moral, por miedo a retaliaciones.

En 2019, el Ecuador figuraba en puesto 93 de 180 en el ranking de corrupción mundial de Transparencia Internacional. Se diría que estamos en el medio, lo cual no es un consuelo, pues de acuerdo a las estadísticas, perdemos un décimo del presupuesto nacional, es decir unos $ 4.000 millones por actos de corrupción gubernamental. Y es una estimación muy conservadora.

Nos quejamos todo el tiempo de la corrupción, a pesar de que los esfuerzos por reducirla han sido ignorados, boicoteados y, de alguna manera, obstaculizados en todos los gobiernos. Y es por eso que percibo que ya nos acostumbramos a vivir con ella.

Yo creo que a la corrupción debemos definirla como lo que es: un robo; y los corruptos son delincuentes. Ya basta de encubrirla con eufemismos. De esa manera, nuestros niños sabrán claramente a lo que se enfrentan cuando tengan que lidiar con la corrupción. Las familias deben moldear el carácter de sus hijos.

Cada padre y madre tiene el poder de ser un agente potencial del cambio y juntos somos una fuerza para resolver aún este tipo de problemas que parecen sin solución. Y por supuesto, tendremos que construir el liderazgo personal muy temprano en niños y jóvenes que les permita desafiar a los corruptos. (O)

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