La comunicación oficial es la herramienta que le permite a una institución pública informar, promocionar y dar a conocer las acciones realizadas o planificadas en el mediano plazo. Este tipo de comunicación responde a la política estatal, sin importar quién sea el gobernante de turno. El que comunica es el Estado, por ello, se trata de una forma democrática de comunicación, en donde se señala el camino que recorre una administración.

Ante la necesidad de estar de manera permanente en los medios de comunicación, o de responder a requerimientos del marketing político, que pueden tener un perfil más privado que público, se suele caer en el uso desmedido de simbología con referencia personal o partidaria para posicionar o mantener una figura o partido político. Existe una equivocación en la apreciación del Estado, sobre el uso de los recursos en materia de comunicación.

Se ha podido observar el mal uso de la promoción o comunicación oficial por parte de varias administraciones, Estados, países, provincias, municipios, utilizando incluso los colores o símbolos representativos del partido político de turno, para inundar el paisaje con la propaganda sobre su gestión. Estas prácticas han sido recurrentes en varias administraciones de la región, lo cual ha generado la sensación de estar en una campaña política permanente.

Cada gobierno puede y debe hacer uso de la comunicación oficial, sin embargo, la malversación de recursos puede responder a intereses políticos. Es un deber para los expertos, pero sobre todo para quienes conforman las áreas de comunicación, señalar esta diferencia, trabajar en pos de respetar y conservar las identidades estatales.

Las autoridades actuales deben evitar caer en el ámbito propagandístico y repensar la comunicación gubernamental, a través de nuevas estrategias que les permitan informar adecuadamente a la ciudadanía. Pretender desplegar un nuevo aparataje propagandístico puede significar un costo político fundamental para el régimen.

De existir el deseo de funcionarios para demostrar los logros de su gestión, pero con un carácter más partidario o político, debe realizarse por fuera del Estado y con recursos propios. En Ecuador, la coyuntura actual exige hacer una clara diferenciación entre comunicación gubernamental y propaganda, a fin de evitar repetir las prácticas que tanto daño generaron durante la década anterior. (O)