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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

¿Por qué gente buena comete errores éticos?

13 de septiembre de 2018 - 00:00

Hay un viejo aforismo que dice:” Cuando estamos más insatisfechos, es más fácil que tendamos a romper las reglas”, lo cual pone una voz de alerta a los empresarios, administradores, autoridades de todo tipo, sobre la necesidad de crear un sano ambiente laboral. Sin embargo, esto se contradice con la realidad de los mejores años del pasado gobierno, en el cual los salarios fueron incrementados a un nivel que supera el que se maneja en Latinoamérica y el sector público superó en retribución salarial al sector privado.

Entonces, ¿Por qué ha habido tanta corrupción? Normalmente el robo (pues no hay cómo llamarlo de otra manera) se presenta en las instituciones, cuando hay descontento, especialmente en los sueldos. Mi explicación a este terrible fenómeno social, se basa en una de mis clases de ética en los negocios, en las cuales presento mi investigación sobre las razones por las cuales gente normalmente buena comete errores éticos que afectan su vida y la de los demás.

En primer lugar aparece la obediencia a la autoridad. Terrible influencia cuando tenemos autoridades codiciosas, lo cual hace que tratemos de emular lo bueno y lo malo de los jefes. Y la codicia es un virus muy contagioso. La prueba social es cómo identifico a la presión que ejercen, no solamente los pares, sino también los superiores; y no es solo un problema de los adolescentes, de hecho, se presenta en todo tipo de personas. Y nuestra idiosincrasia nos lleva a un peligroso sobre optimismo de que vamos a salir impunes o de que alguien nos protegerá. Esto provoca una sobre confianza que es exacerbada por el exceso de optimismo y nos convencemos de que no pasará nada si hacemos algo malo.

Por otra parte, somos demasiado autocomplacientes con nuestras decisiones y tratamos de buscar evidencia de conformidad con lo que hacemos que de disconformidad. Y caemos fácilmente en el engaño de que todo va a salir bien pues desfiguramos nuestra percepción de la realidad. Y claro, enseguida construimos procesos malvados que nos orillan a la coima y a la corrupción. Y una vez que nos volvemos inmorales, la disonancia cognoscitiva nos sirve para rechazar cualquier posición que desgaste nuestra conducta antiética. Finalmente, todo el bagaje moral que alguna vez tuvimos es un costo hundido que estamos dispuestos a ceder por una aparente tranquilidad. Lo que aquí expreso, no justifica la corrupción, solo explica el por qué se da. (O)

 

 

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