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El tema de la ciudadanía siempre está entre los más discutidos por las ciencias sociales y por la política. Cuando se busca en Google parecen más de 11 millones de artículos. Es un concepto en constante construcción y el resultado de una transformación milenaria de la sociedad, que comienza en tiempos bíblicos cuando la noción de ciudadanía, tal como la entendemos hoy, ni siquiera existía; un tiempo marcado por un contexto de desigualdad social en el que los profetas enseñaron a preocuparse por los demás como un signo de humanidad.
Los griegos antiguos dan un concepto dentro del Estado y que significaba una vida política activa en la comunidad. Durante mucho tiempo, la idea de ciudadanía estuvo vinculada a un contexto de privilegio, ya que los derechos de los ciudadanos se restringieron a ciertas clases. Pero fueron los romanos quienes llevaron este concepto al mundo de la época, dando lugar a las palabras ciudadanía y ciudadano, que se derivan de los civiles latinos y que generó la palabra civitas, donde los ciudadanos y el Estado llegan a constituir un concepto único. En realidad, puede haber ciudadanía solo si hay un Estado y ciudadanos libres. La invención del voto secreto por los romanos fue, en el contexto de la época, un paso decisivo para lograr la libertad de elección de los ciudadanos. No menos importante fue también el surgimiento del cristianismo, la llegada del Renacimiento y las tres revoluciones que subyacen a la sociedad occidental: la francesa, la inglesa y la estadounidense.
D’Urso considera que “hoy el concepto de ciudadanía se ha ampliado y constituye uno de los principios fundamentales del Estado de derecho democrático que puede traducirse en un conjunto de libertades y obligaciones políticas y sociales, y económicas. Ser ciudadano hoy implica ejercer el derecho a la vida, la libertad, el trabajo, la vivienda, la educación, la salud y la ética de los gobernantes”.
El desafío de los Estados modernos es construir una sociedad más democrática, más transparente y efectiva, con instituciones sólidas y con valores que promuevan el ejercicio de la llamada ciudadanía deliberativa, es decir, una ciudadanía en la cual el diálogo argumentado y trasparente sea el dínamo generador de una sociedad más tolerante, justa y democrática. (O)