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El Telégrafo
Leonardo Vicuña Izquierdo

Capitalismo salvaje o socialismo (II)

11 de febrero de 2015 - 00:00

El capitalismo evolucionó en América Latina y Ecuador, a lo largo de 5 siglos, con formas espantosas y violentas. La despojó de sus riquezas, recurrió a la masiva matanza de indígenas y frenó el desarrollo de sus culturas autóctonas. Impuso a sangre y fuego la religión, costumbres y organización política de los conquistadores.

Determinó un violento giro de nuestra historia. La explotación minera fue el centro de crueles procesos de explotación y muerte.

Solo en una parte del despojo se constituyó lentamente el capital nacional en forma de manufacturas, obrajes y comercio de productos agrícolas, artesanales, artísticos, incluidas la construcción de barcos y explotación de madera; las estructuras agrarias con alta concentración de la propiedad de la tierra y relaciones sociales de servidumbre lo impidieron.

La transformación de la hacienda feudal en latifundio y el paso del mitayo, esclavo y siervo a la condición de sujeto del concertaje, es otro hito de la historia del capitalismo.

Se privilegió la actividad primario exportadora y la importación masiva de toda clase de manufacturas. Desde allí el estancamiento de la  industria, ciencia, tecnología; el deterioro de la vida social y el atraso. Se le impuso un sistema de división internacional del trabajo, desde el interés de la metrópoli de turno (España, Inglaterra, EE.UU.). Los grandes propietarios siempre sacaron los capitales, que obtuvieron de la explotación del cacao, banano, tagua, sombreros de paja, petróleo, camarones, etc.

Se organizó la economía, con fuerte dependencia de la demanda externa. La subordinación a las transnacionales, al gran capital financiero y comercial, fue su columna vertebral.

La concentración de la riqueza y del ingreso generado en procesos productivos de superexplotación laboral y social fue inevitable y no permitió a la gran masa tener capacidad de compra. Desde allí la pobreza extrema y la miseria rural; el mercado interno débil fue obstáculo para su propio desarrollo.

El capitalista criollo no fue visionario e innovador; fue egoísta y especulador; siempre prefirió ganar dinero fácil.

Las estructuras del Estado que organizaron las élites lo permitieron. Crearon un marco institucional y legal para el atraco de los fondos públicos y la consolidación de la explotación social, acumulación y enriquecimiento ilícitos.

Todo esto han combatido los pueblos con enormes sacrificios; soportando represiones sangrientas, las han venido desmontando, en procesos revolucionarios, con gobiernos democráticos, que han sufrido -en diverso grado- y sufren toda clase de interferencias, calumnias, sabotajes, desinformación y conspiraciones, como ha sucedido y sucede con Cuba, Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Ecuador.

Los grupos del poder oligárquico, apoyados en todo sentido por las fuerzas imperiales, quieren volver al pasado; los pueblos están decididos a defender y avanzar hacia un futuro de solidaridad, equidad, paz y progreso.

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