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El Telégrafo

Cannes y un guión conocido

19 de octubre de 2011 - 00:00

En la reunión de los ministros de Economía del Grupo de los 20 (los 19 países de las economías más “desarrolladas” y “emergentes”, y la Unión Europea como bloque), realizada hace pocos días, preparatoria a la cumbre presidencial, lo único interesante fue la vuelta a la escena del impuesto a las transacciones financieras internacionales o la “tasa Tobin”.

En 1971, el economista norteamericano James Tobin, laureado con el premio Nobel,  propuso esa iniciativa, a fin de reducir la actividad especulativa internacional. Una iniciativa impulsada por amplios segmentos de la sociedad en el planeta, sobre todo mediante la organización Attac, que cuenta con el respaldo de la Unión Europea, pero no con el apoyo de Estados Unidos y China.

Lo demás en la mencionada reunión fueron mutuos reproches por la pasividad frente a la crisis económica más profunda del capitalismo y la reedición de un conocido libreto para paliarla: ajustes estructurales neoliberales, reducción del gasto y consumo público. Estas políticas tienen a varios países europeos, como Grecia, al borde de la quiebra.

América Latina, representada por Argentina, Brasil y México, debería esperar poco de la próxima reunión del G-20 en Cannes, la ciudad francesa en donde se realiza el conocido festival de cine. Más bien, desde la región, la respuesta a la crisis sistémica sería profundizar en los procesos políticos de integración, como la Unasur  y la nueva estructura en materia económica y financiera.

Estas propuestas, a partir de la interpelación a las instituciones de Bretton Woods (FMI y Banco Mundial), se sustentan en la construcción de una arquitectura financiera regional con varios pilares: el Banco del Sur, el fondo único de reservas y el sistema único de compensación regional (Sucre).

El Banco del Sur, fundado en 2007 y constituido en 2009 por Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela, es una entidad financiera multilateral cuyo valor radica en el fortalecimiento de las finanzas y la integración en el continente. Esto permitiría a los países miembros un mayor grado de independencia respecto a las instituciones financieras internacionales.

Estas buenas intenciones políticas requieren concreciones. Hasta ahora, el Banco del Sur ha sido ratificado por los parlamentos de Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela. Se necesita también proyectos productivos y sustentables en términos ambientales, y que logren una diversificación energética. 

Como nunca, América Latina tiene en sus manos su destino, e incluso podría hacer sugerencias de solución a partir de su experiencia. De lo contrario, tendremos que ceñirnos a libretos desgastados y a la poca creatividad de los países ricos para enfrentar la crisis económica, como se verá en la cumbre de noviembre en Cannes.

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