A menudo, en las cajas registradoras de los supermercados, vemos a una madre de familia que, en una muy escuálida carretilla, al ver pasar la cuenta en la pantalla, tiene que decidir lo que no puede llevar pues no le alcanza el dinero. Esto nunca sucede en los barrios elegantes de la ciudad, pero es muy probable que ustedes lo hayan presenciado y eventualmente, les haya pasado. Es algo simple, pero un muy importante detalle que nos hace entender la estrechez y pobreza con las que estamos viviendo.
Las políticas públicas en favor de la pobreza son insubstanciales, pues los funcionarios y asambleístas encargados de generarlas no entienden la pobreza. Y ahora estamos en la disyuntiva de elegir de entre más de una docena de candidatos, a aquel que nos sepa guiar en esta crisis que nos ha empobrecido totalmente. Yo diría que es una tarea muy difícil.
En primer lugar, la CNE ya les otorgó la asignación de 5 millones de dólares para la campaña. De pronto todos estos candidatos se volvieron millonarios. Pero la realidad es que tres de ellos son ya multimillonarios y que muy difícilmente entienden lo que es la pobreza. Y el resto me asustan, pues no siendo pobres, quieren alcanzar el nivel de multimillonarios mediante la utilización del erario nacional, que es de todos y de nadie. Y ellos están prontos para hacerse sus dueños.
La verdad es que estamos viviendo una segregación económica, pues la pandemia y la cuarentena, puso en relieve que es muy distinto permanecer guardados en un cuartucho del suburbio guayaquileño, donde habitan media docena de personas y una lujosa y cómoda villa de la vía a Samborondon. Y eso es lo que deben entender nuestros candidatos y, de hecho, tratar de vivirlo en carne propia.
No son creíbles los reclamos de equidad de un empresario exportador, de un banquero y de un posible heredero de una gran fortuna. Ni las impertinencias, ni los no naturales exabruptos, ni el haber arriesgado su salud en una innecesaria e inconclusa cruzada, le permite a ninguno de ellos pontificar sobre la pobreza y menos aún, de indicar el camino para salir de ella.
Y al resto de oportunistas candidatos, ya conocemos que vendieron su integridad para ocupar esos supuestos liderazgos que ostentan. Duro encargo para los ecuatorianos y que ya lo tenemos encima.
No hay tiempo para que aparezca aquel líder que necesita el país. Como de costumbre, tendremos que elegir de los males, el menor. Y esperar que ya hayamos tocado fondo para poder salir a la superficie. (O)
