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El Telégrafo
Mauricio Maldonado

Camille Claudel y Auguste Rodin

30 de abril de 2019 - 00:00

Rodin se le considera el padre de la escultura moderna, aunque su obra recuerda a la de Miguel Ángel y a la de Bernini. El mismo Rodin admite la influencia de Buonarroti, que habría sido determinante en su obra posterior: «instintivamente yo siempre me aproximo a la Tradición. Originalidad es una palabra vacía, una palabra de charlatán y de ignorante que ha echado a perder a muchos alumnos y artistas». Sin embargo, Rodin logró, de un modo u otro, transformar la escultura, modernizarla, a través de muchas técnicas innovadoras que provocaron una especie de revolución. Hay que decir que seguramente el francés no llegó a superar el trabajo de Miguel Ángel, pero llevó la escultura a un nuevo punto de su historia. De hecho, a Rodin se le recuerda por ser un trabajador incansable y dedicado (él mismo llegó a decir: «no basta trabajar, es preciso agotarse todos los días en el trabajo»). Y no menos se le recuerda, por cierto, por su fascinación por las mujeres.

Camille Claudel es la mayor muestra de esta, su afición. Ella empezó trabajando en el taller de Rodin, pero también fue su musa; la más importante. No obstante, su relación amorosa terminó, para ella, en un modo tormentoso; debido, sobre todo, al maltrato psicológico al que la sometía Rodin. La verdad es que Rodin nunca estuvo dispuesto a abandonar a Rose Beuret, con quien se casó tiempo después y tuvo un hijo. Rose, Rodin y la propia Camille hacen parte de su más famosa escultura: “La Edad Madura”. En ésta, Camille aparece de rodillas e implorando, mientras Rodin permanece de pie junto a Rose, que es representada como si fuera una bruja. Además de esta escultura, la contribución más grande de Camille se puede ver aún hoy en “La Puerta del Infierno”, el opus magnum de Rodin (y, en justicia, de Camille, al menos en parte). Camille no era simplemente una amante, sino también una gran escultora. Lamentablemente, su nombre ha pasado a la historia —como en tantos otros casos— más por ser la amante de un famoso artista, que por sus propios dotes. Otro caso como tantos: un nombre más a la lista de personajes femeninos que la historia del arte debe rescatar, cuya presencia no debe olvidar. (O) 

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