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El Telégrafo
Juan Francisco Román

Barrabás

12 de octubre de 2021 - 00:18

¿Se acuerdan de esa historia que nos contaron sobre el sedicioso, pestilente y sucio ladrón que fue intercambiado por Jesús? Si, entiendo que no todos somos religiosos, pero esto tiene un tinte distinto.

Bueno, esta figura para mí tenía un mensaje interno que no necesariamente se apega a ser o no creyente. Vamos a transportarnos un momento ahí. Está un líder político que ha levantado masas con su discurso, pide que perdonen a quién comete errores imperdonables, que no lancen piedras a una prostituta y esto ha despertado un enjambre de protestas para los que quieren mantener el status quo. Lo llevan frente a la autoridad competente y piden que lo maten.

Era costumbre, en esos días, en esas tierras, perdonar a un culpable y dejarlo libre, la gente quiere sangre, y ponen a un sentenciado llamado “Barrabás” frente a un líder llamado “Jesús”, a la final, la historia la conocemos, perdonan al primero, ejecutan al segundo.

¿Cómo llegaron los dos a esa decisión en manos de un pueblo? Pues la respuesta es simple, es un bucle, es algo que pasa hasta ahora. La sociedad solo ve cuando llevan a alguien a la cruz, cuando se convencieron que es malo, que cometió un delito, que debe ser ejecutado y nunca preguntaron ¿Cómo llegó ahí?

Me pregunto ¿Ustedes, conociendo la historia de Jesús, lo hubiesen crucificado? Seguramente están gritando que no, que no lo hubieran hecho, que fue injusto, que los tipejos de esa época no sabían que atrás de un personaje de tal trascendencia era inocente y que el sistema de esa época lo sentenciaba por algo que no era su culpa.

Bueno, regresemos a la época moderna, nuestras cárceles están repletas de inocentes y de culpables empujados por el sistema de desequilibrio total, también están los malos, y se mezclan con los miserables. En las cárceles ecuatorianas están todos metidos en un solo hueco controlado por una mafia enorme que sobrepasa los límites de nuestro país.

Sí, no se vayan pateando el aparto en el que leen esto. Más de la mitad de las personas que están privadas de la libertad no tienen una sentencia, tampoco tienen un juicio, tampoco tienen plata para que un abogado apresure el proceso y un Juez conozca la verdad de su defensa.

Dentro de otro porcentaje están los mal encarados, los hijos de la mafia. No son unos angelitos, han cometido atrocidades, asesinaron, robaron, golpearon y hasta violaron. Pero salgan de esa maldita burbuja en la que están ustedes y estoy yo, introduzcan el dedo en el infierno por primera vez en su vida para que se den cuenta de lo ciegos que estamos al señalarlos a todos y querer crucificarlos sin saber lo que es nacer en la peor de las miserias.

Vamos a describir una imagen dantesca para ver si podemos entender un poco. Naces y no es tu culpa, en una familia pobre con una madre posiblemente golpeada, abusada y sometida a las drogas; tu padre es un borracho con los peores instintos de supervivencia, llega todas las noches a golpearte, abusarte; consumes y vives violencia dentro de tu casa y fuera de ella. Tu barrio está infestado de droga, narcotráfico, prostitución, hambre y olvido. De vez en cuando miras a un político acercarse a tus tierras a lanzarte una camiseta, una lata de atún y sonreírte con la cara de imbécil que se repite cada cuatro años.

Creces y no te puedes educar, es imposible, tu escuela está llena de alimañas, profesores que te gritan, golpean y algunos te quieren enseñar, pero no te puedes concentrar, estás con hambre, con iras, con miedo de volver, solo piensas en que tienes que correr de ese lugar horrendo a meterte en otro lugar horrendo. Tu vida es una simple pesadilla y no tienes donde ni como irte.

Entre eso y tanto, creces, con todas estas cosas horripilantes en tu cabeza, tus vivencias; alguien te ofrece protección, te da un arma para que no te sigan violentando, el dinero viene si llevas un paquete de aquí para acá. Fuiste tan poco para los que te rodearon, para una sociedad que simplemente te dejó olvidado que no tienes nada que perder. Tu única escapatoria es sobrevivir con las herramientas que la vida te dio. Bienvenido al mundo del hampa.

El sistema te atrapa, te golpea y te mete en una cárcel, se supone que es para que te “rehabiliten socialmente”, pero eso es una maldita mentira. Dentro de la cárcel degollas o te degollan, y si lo hacen a nadie le importa, es más, se alegran que te hayan hecho eso.

Si estimados amigos, aunque les duela, me insulten y crean que estoy defendiendo lo indefendible, hay una porción enorme de odio y miseria que ha sido aupada por el robo descarado de los dineros de la nación que deberían estar dispuestos a levantar a estos seres humanos y darles la oportunidad de ser niños, jóvenes y adultos con un futuro por delante, pero la realidad es otra. Ha sido un robo tan descarado que el dinero se fue a bolsillos de unos, de pocos, y no llegó ahí, al génesis del asunto carcelario, al niño y niña que no tuvo escapatoria, esos que ahora llamamos perros encarcelados.

El sistema penitenciario, las cárceles y nada que se haga ahora va a funcionar si este circulo asqueroso de olvido y falta de atención a la raíz de la pobreza no cambie, porque ahí está el problema y nosotros, tan sabios que somos, señalamos por encima cuando ya pasaron décadas de alguien que quiso y no pudo, que el sistema era demasiado pesado, que la balanza estuvo siempre en su contra.

La única forma es comenzar de cero y proyectado a dos generaciones con una economía que no mueva un dólar más que erradicar por completo la pobreza y eso, apreciados lectores comienza porque dejen de robarse la plata que debe ir ahí.

Liberen a Barrabás y que nos explique porque lo encerraron y dejemos de crucificar a los niños del olvido.

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