Barcelona volvió con vida de Río de Janeiro. Salvo los más optimistas y/o exagerados, nadie esperaba un triunfo a domicilio ante Flamengo, el mejor y más caro equipo de América del Sur. Y ese es hoy el principal capital torero, de cara a definir su suerte en la Copa Libertadores.
El margen de error es mínimo. Si Flamengo abre el marcador, la serie se termina. Ni siquiera las fortalezas de Barcelona en la variante o en la reformulación del partido podrían revertir tal momento difícil. Suena muy terminante y sentencioso, pero la realidad nos ofrece esa evidencia.
Por eso, y más allá de lo que pase el miércoles, vale la pena recalcar un mensaje: el hincha amarillo debe sentirse orgulloso y tranquilo de la campaña de su equipo en el 2021. Razones hay de sobra: superó un grupo complicadísimo donde no era favorito, no ha tenido partidos malos, se metió en un grupo VIP de semifinalistas y, además, potenció jugadores como Mario Pineida, Byron Castillo, Adonis Preciado, Michael Carcelén y Jonathan Perlaza.
Hay un mérito significativo de Fabián Bustos. El equipo de Barcelona, de modo alguno, responde a figuras de exposición internacional. Apenas tiene jugadores en la Selección. Dicho de otro modo, con un plantel doméstico ha llegado a este momento importante. Y ahí la mano del DT ha ejercido su influencia.
Desde el 2017 hay una Copa Libertadores diferente a la que tuvimos desde el 2000. Es una copa más elitista, donde el nivel futbolístico tiene relación directa con los recursos económicos que maneja un club. Por eso es que brasileños y argentinos, con la sola excepción de este Barcelona, llegan a semifinales y se reparten el título.
Y para el equipo más popular del país es un logro posicionarse ahí. No es conformismo, es realidad. Una realidad que hay que disfrutarla y de la que hay que congratularse. Barcelona ya hizo su año. Y no le debe nada a nadie.
