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El Telégrafo
Mariana Velasco

Aún es utopía

04 de agosto de 2021 - 00:40

‘Señora de las cuatro décadas’ parecería calzar a la democracia ecuatoriana desde aquel 10 de Agosto de 1979, cuando Jaime Roldós Aguilera asumió la presidencia tras siete años de dictadura. Deberíamos asumir que mejoramos en gobernabilidad democrática, en fortalecimiento institucional, independencia de funciones y lucha contra la corrupción. Los hechos demuestran que aún es utopía.

En la capital de los ecuatorianos, se desarrolla una nefasta y vergonzosa pugna por su alcaldía. Sus habitantes y los del resto del país, estupefactos miran con desazón como se echa mano de cuanto resquicio pueda ser útil para los pretendidos fines, sin respeto a la dignidad de un pueblo. La seguridad jurídica, junto a la aplicación de principios éticos deben ser la norma que rija todos los actos de sus ciudadanos y, de forma particular, sus autoridades.

Como si esto fuera poco, se ventila otro hecho tan grave como el anterior, cuyas autoridades están en la obligación de investigar y transparentar sobre las presuntas irregularidades en el sorteo de causas interpuestas por Jorge Yunda, quien fue destituido de la alcaldía y en menos de una semana restituido, en un laberinto de acciones que involucran al Concejo Metropolitano, Corte Provincial de Pichincha y Tribunal Contencioso Electoral.

Se hace urgente recuperar y fortalecer los niveles débiles de institucionalidad que comprometen la percepción sobre su legitimidad. Los servidores públicos deben tener conciencia sobre la responsabilidad al actuar en nombre de las entidades del Estado, y al hacerlo debe primar la honradez y respeto a los derechos de la sociedad para contribuir a esclarecer la verdad.

Escuchar de una asambleísta recomendar a sus coidearios que ‘roben, pero roben bien’ para que no les descubran, fue perturbador aunque no sorpresivo. Desde hace mucho tiempo sabíamos que esa era la lógica de muchas personas que ingresan a la política. La mujer confirmó la desagradable sospecha.

Tener políticos corruptos que disimulen sus ansias de robar escondiéndose en estrategias de marketing es parte de nuestra realidad y del resto del mundo. No es consuelo. Lo grave está en que las instancias de la justicia no tengan la agilidad requerida. Peor aún, es conocer que hay ciudadanos dispuestos a sufragar por gente que defiende y promueve el hurto; para eso no hay antídoto, fiscal o corte. ¿Cómo llegamos a tener un país donde a los votantes no les importa tener representantes con grillete?

Todos nos cuestionamos si nuestra democracia podrá desarrollar un sistema judicial lo suficientemente independiente como para enfrentar al pulpo de la corrupción. Esta pandemia, peor que la del Covid 19, no es nueva y está profundamente arraigada en la historia del país. Las recetas para un buen gobierno y las estrategias contra la corrupción se conocen desde hace tiempo, la voluntad política para su aplicación, falla.

El combate contra la corrupción requiere de un liderazgo fuerte para frenar a muchos de los políticos con poder e influencia, así como a figuras claves de los sectores público y privado que también se han beneficiado del obscuro sistema imperante. Hay que romper el círculo y demostrar a los ecuatorianos que la gran mayoría de los que algo han logrado en su vida lo hicieron de forma honrada. Para ello hay que limpiar la política, perseguir y castigar a quienes lo hicieron de manera deshonesta.

Ardua tarea para la justicia -fiscalía, contraloría y cortes- y puede llevar años. Sólo así podremos trabajar para generar riqueza sin que eso sea mal visto. Así los honestos podrán brillar. Sería ingenuo creer que ellos, los beneficiarios de Lo mal habido, impulsen la necesaria reforma política que podría llevarlos a la cárcel.

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