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El Telégrafo
Daniel Soto

Asamblea Nacional, vuelve a ser un poder del Estado

10 de septiembre de 2021 - 00:38

La Asamblea Nacional, un órgano de legislación y control que es absolutamente necesario, da la imagen de ser una institución cualquiera, no como un poder estatal. Muchos no conocen lo que es una Asamblea que trabaja políticamente o si la conocieron, la olvidaron. En el órgano legislativo es normal encontrar problemas, posiciones contrarias, precisamente para eso están, para debatir. Ahora que se anuncia una consulta popular, la opinión pública piensa que sería bueno disminuir la cantidad de asambleístas o aprovechar el momento para hacer una Asamblea bicameral y creo que no es el camino para recomponer la imagen de éste órgano.

En un breve recuento de lo que hizo Ecuador con los representantes del pueblo, se puede ver que los votantes escogieron pegarse un tiro al pie y aquí está el porqué: pusimos a un presidente omnipotente y omnipresente en todos los poderes del Estado, lo hicimos durante 10 años, y cuando tuvimos la oportunidad de corregirlo, Ecuador volvió a votar por el candidato del mismo partido, para 4 años más. Así invalidamos la política en Ecuador.

Luego de votar por un presidente líder de un partido político en el 2008, Ecuador decidió votar por los asambleístas del mismo partido político, es decir, le entregó el poder ejecutivo y legislativo a la misma persona. La asamblea dejó de tener personalidad porque más de la mitad de los supuestos representantes del pueblo, formaban parte del mismo partido político, no representaban realmente al pueblo. Tanto votantes como asambleístas, eran devotos acérrimos de lo que se decía en las sabatinas, y si en dos sábados se decían cosas contradictorias, las dos veces quedaban convencidos.

Así las cosas, todo fluía como máquina recién engrasada. Ley que se proponía, Ley que se aprobaba, aunque de vez en cuando se debatía nada más por hacer show, porque igual se hacía lo que mandaba el jefe. Pero el peor de los descaros era cuando la propuesta de ley llegaba con el espaldarazo de una sabatina, con el descaro propio de un dictador, daba ordenes a los asambleístas para aprobar sus mociones dentro de un tiempo específico, lo decía en vivo, en cadena nacional, y lo decía como si fuera lo más normal del mundo.

Tras escuchar una sabatina, casi se podía tener certeza de que la Asamblea Nacional aprobaría, rechazaría, o pospondría el debate de una norma. El cinismo de ese personaje era tal, que a algunos nos parecía entretenido hacer predicciones sobre las leyes que la Asamblea aprobaría con celeridad justo antes de un feriado o cualquier otro disctractor.

Sin saberlo, el pueblo votó por la voluntad de una persona que redujo el nivel del poder legislativo al de gabinete ministerial, nos acostumbramos a ver una Asamblea que solo cumplía órdenes. Hoy, que parecería haber criterios diferenciados en la Asamblea Nacional, se plantean modificarla llevándola de cero a cien con una fórmula mágica. Pues sea lo que sea que intenten, parecería que reformas de este tipo, no tendrán resultado alguno.

Contrario a lo que la mayoría de devotos de figuras políticas pudiera creer, la diversificación de partidos políticos es buena. No me atrevo a decir que los debates de hoy encuentran fundamento lógico, es muy temprano para eso, tampoco me atrevo a decir que las propuestas son buenas; pero sí puedo reconocer que, para alcanzar una Asamblea Nacional digna de llamarse poder legislativo, harán falta muchos años.

Recordemos que la razón de existencia de la Asamblea Nacional es que el pueblo pueda participar en la política a través de representantes. Si reducimos los representantes, más concentramos el poder. Finalmente, la bicameralidad solo nos aleja de la igualdad al imponer estratos sociales dentro de los representantes, en vez de acercarnos a la igualdad, nos aleja.

Ahora que este importante organismo reconduce su comportamiento y empieza a bombear algo de debate, la opinión popular los pone entre ojo y ojo, y como su credibilidad institucional es poca o nula, entonces piensan que los cambios de forma pueden ser la solución, cuando en realidad, necesitamos ver un cambio de fondo primero en los individuos de esta sociedad para luego empezar a tantear la depuración en los representantes en una Asamblea donde reine la opinión y la democracia.

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