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El Telégrafo
Edwin Hidalgo

Apología del indigente

09 de septiembre de 2021 - 00:00

A propósito del reciente exabrupto de una tal planificadora de bodas, que ordenó a las autoridades de Quito que retiren a los indigentes de las calles aledañas a la iglesia de Cantuña, me permito hacer esta reflexión. La hago porque los indigentes no tienen voz ni voto en esta fiesta.

Primero, los indigentes estaban ahí antes que la planificadora. Es más, sus antepasados construyeron el centro histórico. Esto es notorio, por ejemplo, en la fachada de la Compañía de Jesús: las uvas que representan a la Eucaristía no son ovaladas como las verdaderas uvas, son esféricas como las moras o los mortiños.

Segundo, esos indigentes tienen derecho a la libre movilidad, así como los ricos pueden casarse en la ciudad que quieran. Tercero, lo más importante, la indigencia es responsabilidad del Estado y eso hay que escribirlo en planchas de acero, para que no se olviden. La indigencia es la extrema pobreza y se caracteriza por la falta de techo. Una buena parte de los indigentes sobreviven de trabajitos informales y ocasionales; otros son mendigos y unos pocos son delincuentes (como en toda clase social o no me digan que no hay pillos de cuello blanco). En Estados Unidos y en Europa también hay indigentes y mendigos.

El Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, en su libro de 2012, El Precio de la Desigualdad o cómo la actual sociedad dividida pone en peligro nuestro futuro, expone la mentira de la “meritocracia” y la teoría del “esfuerzo personal”, señalando que el 90% de los que nacen pobres mueren pobres por más esfuerzo o mérito que hagan, mientras que el 90% de los que nacen ricos mueren ricos, independientemente de que hagan o no mérito para ello. Eso hace ver que el pobre no es pobre porque quiere, sino por falta de acceso a los beneficios sociales. Beneficios que son derechos, no limosnas.

La siguiente declaración no la hizo Marx ni Lenin, la dijo Jesús: “Vengo a dar buenas noticias a los pobres, a sanar a los deprimidos, a anunciar libertad a los cautivos, a dar vista a los ciegos y a liberar a los oprimidos” (Lucas 4:18).

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