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El Telégrafo
Sebastián Endara

Apokarterón

03 de febrero de 2021 - 00:00

Se cuenta que, en la antigüedad griega, existió un filósofo, Hegesias quien pregonaba el suicidio y recomendaba la muerte. Debió haber tenido muy buenos argumentos ya que se cuenta que sus enseñanzas acarrearon una importante ola de suicidios, al punto que sus libros fueron prohibidos, su escuela fue cerrada y él mismo fue desterrado.

Si no es posible conseguir la felicidad, si la felicidad en efecto es una quimera, y si lo que en realidad tenemos es el dolor ¿qué sentido tiene la vida? Y ¿cuál seria la solución? Hegesias dirá sin titubeos, la muerte. Hegesias escribió un libro que ha ¿sobrevivido? hasta nuestra época, justamente, un libro que realiza una apología de la muerte, el APOKARTERÓN “el que se mata de hambre”, “el que se sacrificaba por la nada”, cuyo argumento está centrado en un filósofo que decide morir de inanición y mantiene un diálogo con sus colegas defendiendo esta decisión.

Me llama la atención esta historia pues antes de ver la apología al suicidio (que también lo es), yo veo la posibilidad pesimista ciertamente, de que alguien asuma de manera íntegra el destino de su vida. Es una paradoja que podría aplicarse de varias maneras para explicar el estado de nuestro tiempo, porque la sociedad y su idea de progreso, no ha logrado avanzar en que las personas, puedan asumir de manera íntegra el destino de su vida, al contrario, a pesar de la democracia y sus supuestos avances, no hemos avanzado en la libertad como” la posibilidad de asumir de manera íntegra el sentido de nuestra vida”, si consideramos las limitaciones, faltas de oportunidad y hasta penurias a las que día a día nos vemos expuestos por las condiciones, cada vez más paupérrimas y difíciles, de nuestra sociedad.

Por otro lado, el deseo de la muerte propia, revela la profunda significación que el acto de acabar con el dolor propio tiene, frente a la irrelevancia del deseo de acabar, o de al menos limitar, el dolor de todos. En este caso, el sacrificarse por la nada, no sería pues, el sacrificio de la vida propia en el acto del suicidio, sino el sacrificio de la vida que no es propia en un contexto que ni siquiera controlamos a pesar de nuestra razón, nuestras leyes y nuestro supuesto sistema democrático.

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