¿Cuál es la labor que debemos cumplir los hombres en el feminismo? No es una pregunta fácil. Sobre todo porque muchos de sus supuestos aliados han resultado ser sus auténticos enemigos. En el feminismo, como en toda causa, hay enemigos declarados, pero también falsos amigos. Por supuesto, no es cosa de cometer una falacia de generalización indebida y satanizar el rol que puedan tener todos los hombres en el feminismo.
Es un lugar común, pero hay que decirlo cuantas veces sea necesario: el mayor enemigo del feminismo es el machismo, no los hombres. Y el machismo no es solo cosa nuestra.
Creo, ante todo, que los hombres feministas no tienen razón para esconderse; sería un error hacerlo. Su labor, seguramente, debería ser alejarse de viejas prácticas típicamente machistas que aún pululan en varios grupos en los que nos vemos inmiscuidos. Señalarlas con el dedo, criticarlas, marcar distancias.
Pero su rol principal es escuchar atentamente los mayores reclamos de las mujeres, que son sus genuinas protagonistas. Pretender robar protagonismo para “pontificar” y “moralizar” por doquier es algo que con seguridad no corresponde a quien desee ser un verdadero aliado de la causa.
Hay que decir, por ejemplo, que no se comprende la tozudez de algunos “aliados” que insisten hasta el hartazgo en ser parte de ciertos grupos, o de algunas marchas, como la del 8M. Si no te quieren en la marcha, hombre, que no se te ocurra aparecer por ahí. No se está celebrando un carnaval en donde te han pedido cumplir con tu parte en la comparsa. Se trata de algo distinto y serio.
Tan acostumbrados estamos a que nuestra voz sea escuchada y tomada en cuenta que ahora queremos hacerlo en cualquier espacio, siempre. Y tal vez no nos damos cuenta de que ese es un “privilegio” que las mujeres a menudo no han tenido: ser escuchadas.
Quizás el rol de un hombre feminista sea, también, aprender a guardar silencio cuando sea del caso, a apartarse cuando no ha sido llamado para mostrar que ha cambiado. Habrá tiempo y espacio para hacerlo, pero no este. (O)