La memoria es frágil, casi siempre a conveniencia. Recordamos solamente lo que queremos o lo que nos conviene. ¿Cómo empezó Ecuador esta eliminatoria? Desprestigiado, sin esperanzas de poner un pie en Qatar 2022, con secuelas de una etapa "inolvidable" como la de Gustavo Quinteros.
De eso no es más de un año. Los resultados aparecieron y, poco a poco, la generalidad creyó que clasificar al próximo Mundial pasó a ser una exigencia, una meta mínima. Prueba esto de la ancestral tendencia nacional de pasar del éxtasis a la agonía casi sin mediar un mínimo de espacio o tiempo.
Para quienes intentamos tener los pies en la tierra y vivir de acuerdo a nuestra realidad, Ecuador debía enfrentar este proceso con el objetivo de renovarse. No es sano seguir arrastrando jugadores de hace tres o cuatro eliminatorias, cuando hace dos años apareció una esperanza formal que fue la Selección Sub 20 del Mundial de Polonia. El recambio debía y, aún hoy, debe seguir ejecutándose. Eso debe ir más allá de eventualidades como, efectivamente, son los resultados.
Frente a Venezuela, se acumularon muy malas decisiones de Gustavo Alfaro. Ecuador fue un equipo sin fortaleza de ataque, aquello que los que saben denominan volumen. Y eso costó terminó costando caro.
Las redes sociales, tan dadas a buscar chivos expiatorios, lapidar procederes, derrumbar reputaciones, se pusieron a buscar culpables. Como siempre, el más débil o el más expuesto termina cumpliendo ese papel. Moisés Ramírez falló en el gol. ¿Es el error producto exclusivo de su juventud? ¿Los arqueros de más edad están exentos de error? Con Ramírez hay diez años más de arco. Que siga, los errores van por otro lado. Él tiene méritos suficientes para seguir en su puesto.
