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El Telégrafo
Simón Zavala Guzmán

Hay que acabar con los viejos

08 de julio de 2020 - 00:00

Cada día que pasa es notorio que las sociedades buscan desechar a los adultos mayores. Basta que éstos se jubilen, para que sean considerados desechos sociales, sin que importen sus conocimientos, experiencias y trayectorias.

Todos aquellos que se mienten a sí mismo creyéndose líderes y conductores de las sociedades - cuando en el fondo no son sino un triste espejismo de lo que quieren ser -, creen que es necesario desplazar y olvidarse de los adultos mayores, esto es, de sus padres y abuelos, en una actitud fría y casi desalmada de ruptura generacional y de irrespeto que no tiene límites ni parangón, especialmente con las civilizaciones ancestrales en las que los viejos y ancianos dirigían los grupos humanos principalmente por su sabiduría.

Taro Aso, que tiene sólo 79 años, Ministro de Finanzas de Japón, recientemente declaró “que las personas mayores deben darse prisa y morir para aliviar los gastos del Estado en su atención médica” Y Dan Patrick, Vicegobernador Republicano del Estado de Texas, a propósito de la pandemia que vivimos, dijo: “Volvamos al trabajo, volvamos a la vida, seamos inteligentes, y aquellos de nosotros que tenemos más de setenta años, ya nos cuidaremos nosotros mismos. No sacrifiquemos al país”. Una invitación al genocidio de los adultos mayores.

En el fondo lo que existe y la tesis de que hay acabar con los fondos previsionales con los que se pagan los emolumentos por jubilación y que la gente que viene atrás concluya que es necesario que esos recursos que se encuentran ahorrados en las cajas previsionales públicas y privadas deben ingresar a la circulación para aumentar su capacidad de compra (porque no se descontarán aportes de trabajadores y empresarios) y su desenfrenado consumismo.

Billones de dólares saldrían al aparato productivo del mundo para engordar los bolsillos de los poderes económicos que manejan y controlan la economía global internacional. El dinero, por encima de la vida del ser humano. El consumismo extremado por sobre el deber social de incentivar el ahorro para mejorar como seres humanos y como sociedad. Un capitalismo salvaje, despiadado y genocida, por sobre los sentimientos, la solidaridad y el humanismo.

Lo terrible de esto es que los jóvenes de ahora serán los adultos mayores de pasado mañana y terminarán ahorcados con la misma soga con que apretaron el cuello de sus padres y abuelos. (O)

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