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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

Columnista invitado

A la derecha de Lula

Columnista invitado
10 de septiembre de 2014 - 00:00

Sin importar sus orígenes parecidos y el mito, ambos se han ido distanciando hasta encontrarse en la curva de retorno, con cierto encono político. Luiz Inácio da Silva (Lula) y María Osmarina Silva Vaz de Lima (Marina), alguna vez debieron pararse en una esquina de sus vidas y sorprenderse (o quizás no) de lo lejos que han llegado desde que empezaron sus inconclusas historias de vida.

Llegaron del campo para no regresar más, Lula del sertão (región semidesértica del noreste brasileño) se hizo obrero urbano, dirigió el sindicato de los metalúrgicos con tal éxito que estableció la ruta de su liderazgo. Marina alcanzó la escolaridad pocos años antes de la mayoría de edad, hija de seringueiro (cauchero), ella misma lo fue y también sindicalista. Ecologista y cofundadora del Partido de los Trabajadores (PT).

Cuando Marina se fue del gobierno de Lula, sus relaciones estaban a la baja y el pragmatismo de ambos jalaba a cada cual para lugares opuestos, no tanto en ideología como en operatividad política; la misión estaba elegida, las coincidencias agotadas y comenzaba la batalla de egos.

Sus orígenes políticos son testimonio de: “No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”. La nota corresponde al prólogo de la Contribución a la crítica de la Economía Política, de Karl Marx, Editorial Progreso, 1989, pág. 7. Muy pocos salen indemnes después de ejercer el poder político, con los desafíos que se les presentaron a Lula y Marina.

¿Hay unas izquierdas en disputa electoral? No, al menos no de aquello que se define como de esa corriente, más bien son los tópicos de gobernar un país de abismales diferencias sociales y con unas oligarquías vigilantes del riesgo límite del capitalismo a la brasileña.

Lula da Silva y Dilma Rousseff han logrado recuperar de la pobreza a millones de familias brasileñas, han extendido las políticas sociales muy difíciles de comparar con gobiernos anteriores y su política exterior es cercana al progresismo latinoamericano. Así, pues, la reelección de Dilma no estaba en discusión hasta el pasado 13 de agosto, cuando ocurrió el accidente de aviación del candidato presidencial Eduardo Campos. Marina Silva, propuesta por el Partido Socialista, se convirtió en amenaza real.

Marina es la candidata soñada del marketing electoral. Ella es afrobrasileña, viene de allá abajo, izquierdista de endulzado radicalismo, su fashion es de elegante sencillez, se muestra económica en sus gestos y sobria en su maquillaje; pero su pragmatismo daña su imagen al convertirla en nudo de contradicciones, facilitándole a Dilma la tarea de demolición. Aunque ha descafeinado su ecologismo, el candidato a la vicepresidencia lo niega; retrocedió y de prisa en el tema del matrimonio igualitario; pretende ser ‘no política’ para exhibir un etéreo programa de gobierno, para decir cualquier cosa. Aun así está a la derecha de Lula.

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