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El Telégrafo
José Velásquez

Hace 40 años ganó Jaime Roldós

22 de abril de 2019 - 00:00

Recibió los resultados electorales de pie y frente al televisor. Lucía sereno e “inquebrantablemente decidido”, como lo dijo luego en Canal 2. Jaime Roldós llevaba en campaña casi un año y en su andar se dio el tiempo para trazar la ruta de su gestión y enumerar las prioridades del país.

Ese 29 de abril de 1979, dos de cada tres votantes confiaron en él para reinaugurar la democracia. Roldós tenía 38 años y algunos insistían que era muy joven, pero los humanistas no se rigen por el calendario. Tampoco se dejan impresionar por los poderosos ni presionar por lo cotidiano. Por eso no tardó en denunciar a los “patriarcas de la componenda”, en incomodar a las dictaduras de la región y en mejorar las condiciones de los trabajadores.

El momento económico era adverso, pero decía que no estaba para lamentarse porque “un médico no llora frente al paciente”. No solo que tampoco encontró la mesa servida sino que en el camino tuvo que afirmar el puño (y el cinturón) para defenderse de los ataques en Paquisha, Mayaicu y Machinaza.

Roldós era la estampa de la valentía y la sobriedad. Su discurso templado e inspirador fue forjando su leyenda. Tengo la impresión que cuando Roldós hablaba del Ecuador se refería a sí mismo, porque sentía que él era el país. Era un hombre de palabras, pero sobre todo de palabra.

Cuatro décadas después la “Doctrina Roldós” asoma en la OEA como una posible luz en la oscuridad de Venezuela y Nicaragua porque el legado de un visionario nunca caduca. El campeón de la democracia y de los derechos humanos no se debía a un partido. Tampoco era esclavo de su ego ni rehén de sus sombras. Era un arquitecto social cuyo diseño de país no se alcanzó a levantar por falta de tiempo.

Muchos de quienes dijeron seguir sus huellas se perdieron intencionalmente en el camino. “Mi poder en la Constitución; mi corazón en el pueblo”, dijo en su ceremonia de investidura. El país merecía llegar al puerto a donde nos conducía y él merecía terminar la obra encargada. Roldós ganó abrumadoramente en todas las provincias del país con excepción de Loja. La esperanza era un sentimiento nacional en 1979, solo comparable con la desdicha de perderlo dos años después. (O)

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