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El Telégrafo
Mariana Velasco

Tóxica obsesión

02 de diciembre de 2020 - 07:32

El mundo conmemoró el día de la NO violencia de género y una de las agresiones más comunes hacia la mujer es en referencia a su aspecto. Las descalificaciones qué, podrían parecer insignificantes, generan impacto e incrementan desigualdad.

Por los estereotipos de belleza del mundo occidental, ser ‘fea’ y/o ‘vieja’, se convierten en insultos más comunes hacia la mujer-sin importar profesión,  ocupación, nivel educativo o actividad-suele ser uno referente a su aspecto físico y está presente en todos los ámbitos.

La obsesión patriarcal con el físico de las mujeres es tóxica no solo para la convivencia como sociedad, sino también al tener consecuencias económicas nocivas y tangibles. La mujer ecuatoriana recibe el 25 % menos de salario que un hombre, aunque haga el mismo trabajo. Esta discriminación normalizada por nuestra cultura ancestral, debe parar.

La poca o ninguna aceptación de una misma y la baja autoestima, tambalean o se quiebran al hacer una valoración del conjunto de percepciones, imágenes, pensamientos, juicios y afectos que tiene sobre ella misma, sin contar con la presión social que traslada a la mujer a ser parte de un masificado descontento. Cualquier mujer puede dar testimonio de las agresiones que sufre por su apariencia.

Eso explica -no sé si justifica- la proliferación de centros y clínicas de estética para rinoplastia, abdominoplastia, liposucción, lifting facial, lipolaser, bye pass gástrico, lipoescultura y todas las posibilidades de arreglos y cambios en el rostro y cuerpo.

Nadie quiere sentirse ‘Bety la fea’, protagonista de la telenovela colombiana, que en distintas versiones sigue vigente al haber sido huésped de todos los canales nacionales de televisión así como de muchos internacionales. La discriminación por la apariencia física también ensancha la desigualdad sobre todo porque en  nuestro país todavía racista; la belleza parece estar asociada con tener un color de piel claro. Esto afecta a la sociedad en su conjunto, pero especialmente a las mujeres, cuya situación laboral ya es precaria, además de crear un círculo vicioso donde los trabajos con más altos ingresos tienden a otorgase a mujeres mestizas o blancas que son, en promedio, quienes menos los necesitan.

Detener la misoginia física requiere solidaridad femenina y demanda acciones  concretas del gobierno central, gobiernos descentralizados y sector empresarial. Toda empresa o gobierno debe entrenar a su personal para comprender sesgos de género y de discriminación racial y crear mecanismos —como mesas de deliberación independientes— para evitarlos.

El camino es largo. Muchos hombres todavía no entienden nada sobre discriminación física por género. De inmediato reaccionan al ‘ sugerir’  que se hablara también del físico de los hombres. Esa equivalencia falsa, que es tan común, es parte del problema.

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