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El Telégrafo
Ing. José Delgado Mendoza

Columnista invitado

Ramsar, la convención que salvó a Santay hace 17 años

31 de octubre de 2017 - 00:00

Desde 1994 el Comité Ecológico de la Espol, posteriormente Comité Ecológico del Litoral, había probado todas las posibilidades existentes para lograr que la isla Santay sea declarada área protegida, las promesas de los funcionarios de turno no sirvieron.

Santay estaba entonces únicamente habitada por ex trabajadores de las antiguas haciendas expropiadas en 1982 por el Gobierno en beneficio del Ministerio de Obras Públicas que luego las traspasó al BEV para un proyecto de vivienda popular que nunca existió y que fue origen de un enorme escándalo político.

Dichos trabajadores cuyos abuelos llegaron alguna vez desde la península de Santa Elena con el carácter de temporales, decidieron un día quedarse, así los hacendados les asignaron terreno y construyeron sus casas hasta que llegó la expropiación. Los patrones forzados a vender partieron y los empleados que ya entonces se identificaban: “nacidos y criados en Santay” recibieron como indemnización el uso de lo que quedaba de las casas de hacienda para reubicarse y levantar sus viviendas. El BEV les dio permiso de usufructo a cambio del cuidado de la isla.

Se instalaron en el sector donde se encuentran ahora, el destino así los devolvió a la pesca, su primera actividad histórica de supervivencia. Se organizan como Asociación de Pobladores en 1999, en enero 2000 inauguran su primera y única escuela construida con el apoyo de ONG locales y extranjeras.

No lejos de allí en Guayaquil, a menos de un kilómetro de distancia, son otros los intereses para Santay, se habla de todo, desde un gran parque de atracciones, hasta un circuito de Fórmula Uno, de un Singapur latino hasta casinos y centro de espectáculos.

El 31 de octubre del 2000, tras una larga espera, el Gobierno ecuatoriano recibe la aceptación de la Convención Ramsar del pedido de declararla Humedal de Importancia Internacional.

Los argumentos ambientales y sociales presentados a la Convención por el Comité Ecológico son convincentes. Santay tiene una biodiversidad que hay que proteger y salvar, y una población que ha sabido y sabe cuidarla.

Todos los rumores se apagan. No más proyectos suntuosos, no más fantasmas desarrollistas.

10 años más tarde y por petición de la Asociación Amigos de Santay el Gobierno Nacional en febrero del 2010 designa a las islas Santay y el Gallo como Área Protegida del Ecuador.  

El humedal Santay se convirtió concretamente en el pulmón de Guayaquil. Hoy, a través de un puente peatonal y del transporte fluvial, su comunidad y el proyecto ecoturístico son visitados por cientos de turistas. Hasta hace 20 años casi nadie sabía de su existencia, hoy es destino natural obligado.

La población santayence aspira a construir ahora su museo comunitario, pues están orgullosos de una historia que quieren, con ansias de contar a sus                     visitantes. (O)

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