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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

La Revolución Marcista

06 de marzo de 2014 - 00:00

El 6 de marzo de 1845 estalló en Guayaquil la Revolución Marcista, un suceso fundamental de nuestra historia, que no solo marcó el punto de quiebre de la tiranía floreana, sino también el inicio de una transformación política y social de la mayor significación.

Su primer objetivo, plenamente logrado, fue la nacionalización de la vida pública, hasta entonces dominada por la presencia del general Juan José Flores, militar de origen venezolano que lideraba el bando aristocrático-terrateniente. Este antiguo jefe del ejército libertador, casado con una aristócrata quiteña, se había convertido en líder de la derecha ecuatoriana y manejaba el Ecuador como una satrapía personal, apoyado por un ejército formado por tropas extranjeras y jefes de origen foráneo.

Contra esa ominosa dominación se levantaron sucesivamente los pueblos y ciudades del país, hasta que la élite guayaquileña hizo la proclama marcista, que dio inicio a una dura guerra civil, finalmente perdida por los floreanos. Luego, gracias a los Tratados de La Virginia, el derrotado Flores aceptó abandonar el país por unos años, a cambio de grandes beneficios y prebendas para él y sus áulicos.

El triunvirato marcista, formado por Olmedo, Noboa y Roca, convocó a elecciones presidenciales en las que resultó elegido el comerciante Vicente Ramón Roca, al que la derecha llamaba despectivamente el ‘negro Roca’. A este sucedió en el mando constitucional don Diego Noboa, un aristócrata porteño, que se aproximó al bando floreano y provocó la reacción del partido nacionalista, que lo derrocó e impuso la Jefatura Suprema del general José María Urbina.

Primero como Jefe Supremo y luego como Presidente, electo por una Convención Nacional, el liberal Urbina llevó adelante los verdaderos ideales de la Revolución Marcista. Nacionalizó la vida pública, combatió activamente al bando floreano y dictó la más audaz reforma social de su tiempo: la manumisión de los esclavos. También abrió el país a las nuevas ideas y fomentó el arte y las letras, que florecieron en las sociedades democráticas.

Lo sucedió en el mando su amigo el general Francisco Robles, quien continuó el proceso de cambios sociales y decretó la supresión del inicuo tributo de indios.

Ofendido en sus intereses económicos y políticos, el partido aristocrático se levantó en armas contra el régimen marcista y desató una feroz guerra civil, bajo el liderazgo de Gabriel García Moreno, quien pidió y obtuvo apoyo militar de Perú. Finalmente tomó el poder y puso fin a esa revolución.

Casi 170 años después de su inicio, evocar a la Revolución Marcista es rendir homenaje a la vocación nacionalista y al espíritu de transformación social de quienes la impulsaron.

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