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Viva la vida, viva el carnaval

Viva la vida, viva el carnaval
07 de marzo de 2014 - 00:00

Feriado largo, hoy viernes debería ser miércoles, pero como el miércoles fue lunes entonces ya es un viernes de siempre, ese que trae consigo sábado y domingo, y luego un lunes, tal vez el primero más pesado del año, ese que aguantará la queja de los cuerpos en exceso quemados, farreados y gastados, pero ¡qué ‘chicha’: viva la vida!

Los seres humanos parecemos destinados a repetir la historia y aunque muchas veces somos víctimas del mismo cuento una y otra vez, nos encanta, nos priva, amamos salir de la ciudad al mismo tiempo, todos juntos, en largas caravanas a la playa llenas de música “chispum chispum” en los carros, llantos de bebes, gritos y saltos de hijos, agua heladita, naranja pelada lista para chupar, maduro lampreado, papa rellena, rosquita y amor con hambre.

Las personas normales toman la peregrinación como es, como toca, si hay que hacer una cola de dos horas al volante pues, solo se aseguran de tener un marcador a la mano para volver a dibujarse la raya en las posaderas.

Pero aquellos que son ese link perdido entre gente y bestia usan con su auto el carril de la ciclovía como trofeo de astucia y virilidad, presumiendo exactamente la carencia de ambas, pero no les importa ya que para su ego son sabidos que repiten ese mantra tan coloquial del homo vulgaris “que hagan fila los cojudos”.

Ahí vamos, llegamos todos al mismo tiempo y hacemos todos lo mismo, lo mismo de siempre, lo que hicieron nuestros padres y lo que hicieron los padres de nuestros padres, al parecer llevamos esa información genética que enciende el chip de la zombificación carnavalera y todos salimos de la ciudad en busca de cebiche como si fuera cerebro.

Pero hay el que se queda en la ciudad, ese arma su carnaval como el dios Momo manda, cabe decir que Momo, según muchas sabias escrituras, era una deidad de escritores y poetas que se daba el lujo de gozar de una personalidad sarcástica, burlona y que era reconocido por la agudeza irónica y malintencionada de sus críticas injustas y que al parecer tenía una piscina inflable afuera de su caleta.

El Carnaval de Río de Janeiro, el más grande del mundo; el de Uruguay, el más largo de todos; el de Venecia, el más pintoresco; y el de las flores y las frutas, el más nuestro, pero el de Guayaquil, el más mojado, risueño y relajoso, una bendición con “tanta calor” como un paliativo para tanta amargura.

Este feriado nos deja bien claro dos cosas: las huellas del animal llamado hombre en la arena de la playa y que en Guayaquil no todos tienen casa con piscina, pero en cambio todos tienen piscina con casa. ¡Qué chicha, Viva La Vida! (suena Coldplay).

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